La religiosidad popular no debe relativizar los contenidos de la fe



Posadas (Misiones) (AICA): El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, destacó que “la Iglesia tiene una gran valoración por la religiosidad popular tan arraigada en América Latina, y por supuesto en nuestra realidad misionera”, pero consideró que “el gran desafío es acompañar con misericordia y cercanía a tanta gente en las que Dios obra el don de la fe, y la mantiene encendida aun cuando a veces están solos ‘como ovejas sin pastor’”. Tras recordar que “el Señor se acercaba a publicanos y pecadores y era condenado por los que tenían posturas rigoristas que no se abren a la misericordia”, advirtió que “la apertura a los publicanos y pecadores de hoy, al mundo, que muchas veces somos nosotros mismos y nuestro ‘hombre viejo’, no implican relativizar los contenidos de la fe, una especie de relativismo moral”. El prelado estimó que “todos necesitamos el camino del discipulado, pero es conveniente advertir que ninguno debemos sentirnos excesivamente practicantes porque corremos el riesgo de ser parecidos a los que condenan a Jesús por compartir con publicanos y pecadores”.

El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, agradeció la fe expresada por el pueblo en varios acontecimientos vividos en los últimos fines de semanas en la diócesis, pese a que “la inestabilidad de nuestro clima dificultó el armado de procesiones y celebraciones al aire libre”.

“Tanto Fátima, como Santa Rita, expresan la fe de una religiosidad popular que vive nuestra gente y que es tan querida por la Iglesia. El sábado pasado quedé profundamente impresionado con la celebración del Corpus Christi, que por el mal tiempo hemos cambiado de lugar y lo realizamos en el polideportivo del Colegio San Basilio. Fue impactante como la gente de nuestras comunidades llenó todas las instalaciones y las calles. Cuando caminábamos junto a la Custodia con el Santísimo con muchas cuadras de gente agradecí a Dios lo que estábamos viviendo. Toda esa gente o en su gran mayoría, eran cristianos comprometidos de nuestras parroquias, capillas, escuelas, movimientos, áreas pastorales, con conciencia y gozo de estar adorando al Señor en la Eucaristía”, destacó.


El prelado indicó que “en algún sentido era diferente a los acontecimientos de Loreto, Fátima o Santa Rita, y sin embargo forman parte de la fe y religiosidad de nuestro pueblo y cultura”.


Monseñor Martínez sostuvo que “la Iglesia tiene una gran valoración por la religiosidad popular tan arraigada en América Latina, y por supuesto en nuestra realidad misionera. El gran desafío es acompañar con misericordia y cercanía a tanta gente en las que Dios obra el don de la fe, y la mantiene encendida aun cuando a veces están solos ‘como ovejas sin pastor’”.


Tras recordar que “el Señor se acercaba a publicanos y pecadores y era condenado por los que tenían posturas rigoristas que no se abren a la misericordia”, advirtió que “la apertura a los publicanos y pecadores de hoy, al mundo, que muchas veces somos nosotros mismos y nuestro ‘hombre viejo’, no implican relativizar los contenidos de la fe, una especie de relativismo moral”.


El obispo explicó que “será clave tener una identidad y anuncio claro del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia, y a la vez una cercanía misericordiosa a tantas situaciones de nuestros hermanos que están alejados de Dios. En el Documento de Aparecida se nos señala la necesidad de respetar los procesos que implican en la formación un itinerario de fe”.


“Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales”, subrayó.


Por último, monseñor Martínez reconoció que “es cierto que algunos cristianos preguntan si esta religiosidad popular sirve ya que muchos de los concurrentes no practican la fe en otros aspectos de la vida”, pero aseveró que “todos necesitamos el camino del discipulado, pero es conveniente advertir que ninguno debemos sentirnos excesivamente practicantes porque corremos el riesgo de ser parecidos a los que condenan a Jesús por compartir con publicanos y pecadores. La clave será sentir compasión como el Señor la sintió por la viuda de Naim”.+


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