Gabriel Barba, un obispo para caminar codo a codo con los curas

El pasado 12 de febrero, una comunicación cambió para siempre la vida de un párroco de pueblo, como gusta definirse. Gabriel Barba se encontraba en La Reja cuando su teléfono sonó. El nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, debió comunicarle que el papa Francisco lo había elegido para conducir una joven diócesis que quedaba vacante: Gregorio de Laferrere, en el partido de Cañuelas y dos terceras partes del partido de La Matanza.

Su sorpresa fue mayor. Con 49 años de vida y 24 dedicados al sacerdocio, el padre Gabriel –como todos lo conocen- estaba acostumbrado a rumbear las calles de La Reja atendiendo las necesidades espirituales de la parroquia Cristo del Perdón y otras ocho comunidades, a las que sumaba su colaboración en la curia de la diócesis de Merlo-Moreno y sus clases en la Universidad Católica Argentina.


Al Papa, en tanto, lo conocía de reuniones formales y encuentros muy específicos en los que coordinó ciertos temas puntuales, y nada más. Pero piensa que Francisco, desde sus tiempos en el arzobispado de Buenos Aires, tenía la imagen de un cura que anda en los barrios, y además, conoce el manejo de un obispado, primero como canciller y luego como vicario general. Por si fuera poco, promete trabajar "codo a codo con los curas", sin por ello descuidar la tarea de los laicos.


Ese mismo 12 de diciembre, Gabriel Barba cumplió 25 años de ordenación diaconal. Ese mismo 12 de diciembre participó de la fiesta diocesana en honor a Nuestra Señora de Guadalupe en la catedral de Moreno, siendo consciente de que sería su última oportunidad y debiendo aún guardar secreto. Una semana después, el 19 de diciembre, la noticia se hizo pública a través de AICA.


-¿Cómo recibió la noticia de su designación?

- Lo recibí con mucha alegría; lo asumo con mucho gusto. A los tres días me llamó Francisco para agradecerme por haber aceptado el nombramiento. Se ve que ese día se lo comunicaron a él. Me dio palabras de ánimo, y tuve la oportunidad de agradecerle personalmente el nombramiento.


-¿Conocía la diócesis de Laferrere, al obispo anterior…?

-No conocía su realidad, ni a monseñor Suárez, que en estos días se ha portado conmigo como un gran padre. A él lo elegí como consagrante principal, en calidad de antecesor y queriendo mostrar una continuidad en el trabajo.


Este tiempo estuve acercándome a conocer la diócesis. Tuve mucho contacto con los curas y algunas comunidades religiosas. Mi idea es trabajar solo con la gente del lugar. No voy a llevar a nadie de afuera. Eso me va a llevar más tiempo, claramente, porque el conocimiento que tengo comenzó hace dos meses.


He ido articulando estas nuevas tareas desde la parroquia, porque sigo siendo párroco hasta el último día, y todos los días estoy yendo a Laferrere para atender asuntos puntuales o entrevistarme con algún sacerdote. Han sido días muy agitados.


Gregorio de Laferrere es una diócesis joven, que nació en el 2000 por pedido del episcopado argentino a la Santa Sede, que a través del papa Juan Pablo II decidió desmembrar el territorio de la diócesis de San Justo y otorgarle el partido de Cañuelas y dos tercios del partido de La Matanza a la nueva jurisdicción eclesiástica.


Su único pastor, hasta el momento, fue monseñor Juan Horacio Suárez, que se desempeñaba como vicario general de San Justo –el “número dos”, luego del obispo. Suárez cumplió 75 años en marzo del año pasado, y como prescribe el Código de Derecho Canónico, presentó inmediatamente su renuncia por razones de edad. Ahora regresará a su pueblo natal, Villa Nueva, Córdoba, en donde asumirá una parroquia.


Gregorio de Laferrere, desde la óptica del nuevo obispo, es un territorio que vive al ritmo del conurbano bonaerense, con la complejidad social y política propia de un territorio con una importante franja de población viviendo en la pobreza, con demandas básicas insatisfechas y focos de inseguridad. Como Iglesia particular, está aún en tránsito de ordenarse y “caminar por sí sola”. A esta realidad llegará monseñor Barba, con la misión de enseñar el Evangelio, santificar al pueblo de Dios y regir en la caridad como pastor y siervo.


-¿Por qué cree que lo eligió el Papa?

- Él es un hombre que, siendo arzobispo de Buenos Aires, tenía mucho conocimiento de la realidad y del entorno de su diócesis y de las demás. Creo que siempre ha tenido un perfil de mí como un cura que ha estado en los barrios, y además debe haber notado que trabajé durante 16 años en la curia de Merlo-Moreno, primero como canciller y luego como vicario general.


Para cumplir esta tarea, estudié derecho canónico, porque realmente me pesaba la responsabilidad de hacerlo bien. Tal vez, mi experiencia de haber armado una curia en un obispado nuevo y todo ese bagaje y esa experiencia lo llevaron a considerar que serían buenas herramientas para la conducción de la nueva diócesis.


-¿Y en este aprender a ser obispo, quién le sirvió de referente?

-Aprendí mucho con monseñor Jorge Casaretto [n. de r.: fue administrador apostólico de Merlo-Moreno entre junio de 2012 y julio de 2013]. Ha sido un gran maestro, y muchas preguntas e inquietudes que me surgen las he consultado con él. Si tuviera que decir un nombre, elijo el de él, porque ha sido un buen referente. Y después, voy viendo las imágenes de distintos obispos. Para mí, el obispo de La Rioja, monseñor Marcelo Colombo, es también un referente importante. Por eso los elegí como coconsagrantes.


También monseñor Suárez, que si bien no lo conocía, se ha portado conmigo como un gran padre. A él lo elegí como consagrante principal. Se ha manifestado muy disponible en todas las preguntas que yo le realicé. Fue muy padre, muy padre. Le ofrecí quedarse en la diócesis, pero me dijo que prefiere irse a Villa Nueva, Córdoba, al pueblo donde nació, donde el domingo 9 de marzo asume una parroquia.


Monseñor Gabriel Barba se imagina cercano a la gente. Confiesa que el trato ameno y allegado a los fieles es parte de su esencia y “no puede pensarse de otra manera”. Sabe que ya no podrá estar metido en los barrios, tomando mate o festejando un cumpleaños, ni participando de las reuniones vecinales o intercediendo por una necesidad.


¿Cómo se ve de acá a unos meses, y tal vez, años?

- No tengo duda de que voy a ser un obispo cercano a la gente, porque es parte de mí mismo y no me puedo pensar de otra manera. No me imagino distinto, pero va a ser más grande la comunidad, y eso hará que los vínculos sean distintos.


¿Cree que eso le incomodará?

- Voy a extrañar estar tan cerca de la gente como párroco. No quiere decir que no estaré cerca de la gente, pero yo fui párroco de un pueblo durante 22 años, donde ya me conocen como el padre Gabriel. Mi posibilidad de diálogo, de encuentro y de vinculación con la comunidad local es muy fuerte; entonces creo que lo voy a extrañar mucho.


Acá me voy a repartir en muchas comunidades; llegar a ese grado de conocimiento mutuo va a ser muy difícil. Acá hay que empezar de nuevo.


En un rápido análisis ¿cuáles serán sus prioridades pastorales y qué urgencias reconoce?

- Tengo muchas ganas de llegar y encontrarme con la diócesis. Mi prioridad sin duda va a ser acompañar a los sacerdotes, y junto con todos ellos la atención de la diócesis. Especialmente quiero poner el cuidado en el trabajo codo a codo con los curas.


Por otra parte, Gregorio de Laferrere sigue acomodándose. Suárez deja una diócesis medianamente ordenada, sin grandes conflictos, en la que tendremos que seguir fortaleciendo el trabajo de construcción. Proporcionalmente, tiene muchos más sacerdotes que la diócesis de donde yo vengo. Todas las parroquias tienen cura y hay siete seminaristas, lo cual es un signo de esperanza hacia futuro.


Respecto a las urgencias, eso se verá cuando haya más conocimiento de la realidad diocesana. Hoy no tengo la respuesta de cuál es la urgencia.


¿Cómo lo interpela la pobreza en la que vive la gente?

-No es la Iglesia la que va a solucionar los problemas de indigencia en el territorio. Pero sí la Iglesia ya está cerca de los pobres. La diócesis tiene esa presencia, con curas insertos en los barrios, siendo pobres con los pobres. Para mí va a ser un gran desafío tener una organización de Cáritas a la altura de las necesidades. Ojalá podamos tener una Cáritas que sea capaz de responder a la demanda, porque es una diócesis en que los pobres son mayoría.


Monseñor Barba llegará con prudencia, buscando gestar una auténtica cultura del encuentro, como pide el papa Francisco: “Ahora simplemente quiero escuchar. Y escuchar mucho, por eso me imagino los primeros días haciendo los nombramientos mínimos e ir reconociendo cuáles son las urgencias de la diócesis”. Dios lo acompañe en su nueva tarea.


Para tener en cuenta


Vocación. Gabriel Bernardo Barba nació el 24 de abril de 1964 en Morón, provincia de Buenos Aires. Se formó con los oblatos de la Virgen María, los salesianos y los maristas. Sus experiencias religiosas en todas las congregaciones fue excelente. Y sin embargo, decidió ser sacerdote del clero secular.

“El último año del secundario fue cuando más fuertemente trabajé el cuestionamiento vocacional, y decidí, apenas terminé, entrar directamente al seminario. Respecto a la elección del clero secular, es una cosa de Dios, tuve un cura mejor que otro en cada paso por la escuela, y sin embargo, nunca dudé que quería ser cura del clero, entrar a la diócesis de Morón. Sentía que tenía que ser cura para Morón”, cuenta.


La diócesis. “Se vive a ritmo de conurbano; es mucho más conflictivo y difícil. Es una zona muy importante y creo que socialmente y políticamente no es fácil. Por eso, creo que si el obispo está cerca de los curas, se está cerca de la gente. Cuando digo de priorizar a los curas, no pienso en alejar a los laicos. Pero si hay un obispo cercano a los sacerdotes, entonces es un padre para los curas, y por consecuencia, padre de todos”, opina.


Ordenación episcopal. Mons. Barba recibirá el orden episcopal e iniciará su gobierno pastoral en una celebración por desarrollarse el sábado 1º de marzo, a las 10, en el mini estadio cubierto de González Catán (Juan Manuel de Rosas 16.750 -Ruta 3 km .31.800-).+



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