La corrupción hace perder credibilidad y confianza a la justicia



Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, advirtió que “la pérdida del sentido de la ley, o sus caprichosas interpretaciones, afecta a las personas y a la ciudadanía en su conjunto. Se la contradice teórica y prácticamente, o se la desplaza del principal sitio ordenador que le corresponde” y precisó que “muchos factores influyen en esa lamentable pérdida. Los más deplorables y dañinos son: la asfixia política, a la que se intenta someter la justicia, y la corrupción de algunos de sus representantes, que le hacen perder credibilidad y confianza”.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que el pasaje evangélico de San Mateo referido a la dignidad de la Ley es “un texto de extraordinaria riqueza para la reflexión” y posee “una actualidad capaz de iluminar la difícil coyuntura por que atraviesa la historia confusa de nuestra sociedad”.

“La pérdida del sentido de la ley, o sus caprichosas interpretaciones, afecta a las personas y a la ciudadanía en su conjunto. Se la contradice teórica y prácticamente, o se la desplaza del principal sitio ordenador que le corresponde”, advirtió en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.


“Muchos factores influyen en esa lamentable pérdida. Los más deplorables y dañinos son: la asfixia política, a la que se intenta someter la justicia, y la corrupción de algunos de sus representantes, que le hacen perder credibilidad y confianza”, precisó.


Tras señalar que “a Jesús en aquellos tiempos, como al papa Francisco ahora, se los intenta presentar como liberadores de la ley”, alertó sobre “su interpretación, tironeada por intereses particulares que llegan a contradecir la misma ley”.


Texto de la sugerencia

La dignidad de la Ley. Este es un texto de extraordinaria riqueza para la reflexión. Comentaré la primera afirmación. Posee una actualidad capaz de iluminar la difícil coyuntura por que atraviesa la historia confusa de nuestra sociedad. La pérdida del sentido de la ley, o sus caprichosas interpretaciones, afecta a las personas y a la cuidadania en su conjunto. Se la contradice teórica y prácticamente, o se la desplaza del principal sitio ordenador que le corresponde. Muchos factores influyen en esa lamentable pérdida. Los más deplorables y dañinos son: la asfixia política, a que se intenta someter la justicia, y la corrupción de algunos de sus representantes, que le hacen perder credibilidad y confianza. A Jesús en aquellos tiempos, como al Papa Francisco ahora, se los intenta presentar como liberadores de la ley. Me refiero a su interpretación, tironeada por intereses particulares que llegan a contradecir la misma ley. En otra oportunidad de su magisterio misionero, el Señor deja clara la inexplicable oposición entre el mandamiento de Dios y las tradiciones puramente humanas. Los mandamientos de Dios regulan el ejercicio de la libertad para el cumplimiento de la vocación esencial de todo hombre: el amor.


El cumplimiento de la Ley. "No piensen que vine para abolir la ley o los Profetas: yo no he venido a abolir sino a dar cumplimiento". (Mateo 5, 17). Jesucristo es plenitud de toda verdad, porque es la Verdad encarnada, y por lo mismo, también lo es de todo profetismo. Todos los valores encuentran su perfección en Jesús. El Maestro divino es enemigo de la mentira y de sus derivados. Por ello, lo odian y persiguen los mentirosos, que disfrazan sus embustes con carátulas que intentan presentar el error como verdad. Estuve leyendo los mensajes del Papa Francisco. Advierto en ellos la verdad expresada con honestidad y respeto absoluto a la misma. La acerca a todos y no la oculta a nadie, incluso a quienes hubieran preferido que las enseñanzas del Papa se conformaran con sus falsas "verdades". Así podemos recorrer el elenco doctrinal, que la Iglesia siempre ha expuesto y defendido, no sometido a enjuagues y canjes oportunistas. Recordemos la doctrina constante del Magistero de la Iglesia, referida a la naturaleza heterosexual del matrimonio y al respeto a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.


Cristo, el Amor de Dios encarnado. Jesús es la encarnación del amor de Dios a los hombres. La adopción de una auténtica naturaleza humana, por parte del Verbo, indica el grado infinito de su amor por la humanidad: "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera sino que tenga Vida eterna". (Juan 3, 16) Dios debía enseñar al hombre a ser hombre. El pecado ocasionó un tal desequilibrio que, el ser humano, creado a la perfección por Dios, se halló reducido a un estado irreversible de corrupción y de muerte. Volver a su esplendor primitivo, constituía una empresa imposible de lograr con las solas y deterioradas fuerzas humanas. El mismo Creador decidió la Redención. Las reacciones de Dios no son como las de los hombres. Su comportamiento frente al maltrato ocasionado por el hombre no fue desecharlo o destruirlo, sino redimirlo. El ser humano no le salió mal a Dios - su obra fue perfecta - sino que, ese ser bien creado, mal usó el don inestimable de la libertad y obró el mal. Dios nunca obra movido por el odio y la venganza, no corresponde a su naturaleza. Su "reacción" ante la malignidad del pecado no podrá ser sino un acto de amor a quien ha pecado. Cristo es el más alto gesto de amor de Dios por el hombre. En Cristo Jesús se cumple toda verdad y todo bien. No se presenta como dueño de la verdad sino como la Verdad misma, encarnada en Él: "Yo soy la Verdad".


Todo se cumple en Él para que se cumpla en nosotros. La Resurrección de Cristo, inmediata a su muerte, lo constituye en cumplimiento perfecto de la salvación. En Él todo se cumple y, por ello, todo es redimido. Dios, de esa manera, restaura su Creación. Contradice a su plan: "la muerte del pecador" porque su propósito es: "que se convierta y viva". El hombre permanece incólume, en su esencia, a pesar del pecado. No es preciso volver a crearlo. Dios, en su Verbo encarnado, decide recomponerlo pacientemente. El gran Obispo San Francisco de Sales propone una acertada comparación. El hombre es una perla preciosa, de incalculable valor, caída en el lodazal del pecado. Es demencial el propósito de destruirla porque el fango la afea. Lo que corresponde, dice el Santo, es lavarla cuidadosamente. De esa manera, recobrará la extraordinaria belleza que nunca perdió. Así es el hombre, obra maestra de Dios, a quien su Creador otorgó el precioso don de la libertad, aceptando el riesgo - que ese don incluye - de su mal uso: el pecado. El amor redentor de Dios es más poderoso que el pecado, basta que el hombre acepte ser redimido. Para ello, se necesita un encuentro personal con Cristo. Se da mediante la fe, suscitada por el anuncio de la Palabra y su celebración eucarística. Es allí, donde intervienen el ministerio de la Iglesia - heredero directo del ministero apostólico - y el testimonio de los santos.+



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