El presbiterio argentino renovó su fidelidad al sacerdocio

Los obispos argentinos presidieron en estos días la misa crismal, que congrega a los presbíteros y diáconos para renovar las promesas realizadas al recibir la ordenación. En esta Eucaristía, los obispos bendicen los óleos y consagran el santo crisma con los que se imparten los sacramentos del bautismo, la confirmación, la unción de los enfermos y el orden sagrado. Los prelados nacionales invitaron, en sus homilías, a renovar el compromiso y la entrega al ministerio para el que el Señor los llamó.

En Santa Fe de la Vera Cruz


Dedicación, cooperación y formación. El arzobispo José María Arancedo invitó a los sacerdotes a ser agradecidos y dedicados a los laicos, religiosos, consagrados y diáconos, quienes "necesitan de nuestra palabra" y acompañan con su presencia, oración y compromiso.

El prelado les pidió formar con los laicos comunidades cordiales, celebrativas y misioneras: "La presencia y fuerza de la Iglesia va a depender de la vitalidad de nuestras comunidades. El evangelio necesita ciertamente del testimonio personal, pero también del testimonio de comunidades viva renovadas en el Espíritu del Señor".


"Vivimos en una cultura individualista que nos aísla y nos puede hacer perder el entusiasmo misionero -observó-. La fe como disponibilidad eclesial se ha debilitado, ello puede encerrarnos en el pequeño mundo de nuestros intereses. No es lo propio del Pastor. La fe de un pastor necesita de un espíritu de austeridad y entrega que nos preserva de frágiles seguridades".


Finalmente, monseñor Arancedo instó a sus sacerdotes a realizar un habitual examen de conciencia, acudir al sacramento de la reconciliación y continuar la dirección espiritual. "Destaco la importancia de la formación Permanente y valoro el deseo de varios sacerdotes de realizar los ejercicios espirituales de mes. Esto, que nos enriquece personalmente, eleva también la vida de nuestro presbiterio", expresó.


En La Plata


A la luz de Evangelii Gaudium. El arzobispo platense, monseñor Héctor Aguer, presidió la misa crismal en compañía de sus obispos auxiliar, monseñor Alberto Bochatey OSA, y monseñor Nicolas Baisi, y los presbíteros de la arquidiócesis. Monseñor Aguer dedicó su homilía a presentar el minsiterio a la luz de la reciente exhortación apostólica del Santo Padre.

"La exhortación de Francisco está destinada a entusiasmarnos más en la realización del propósito que nos anima desde hace tiempo, a saber: la expansión de la arquidiócesis para extender y multiplicar la presencia de la Iglesia –y a través de ella la presencia salvífica, transformante, del Señor– en lugares a los que todavía no llegábamos, en especial aquellos que hoy resultan nuevos centros de población", manifestó el arzobispo.


El prelado invitó a los sacerdotes a continuar la tarea pastoral concreta en las periferias geográficas de la jurisdicción eclesiástica, especialmente mediante la construcción de capillas, centros integrales de atención y de alivio de las necesidades familiares y sociales, donde la Iglesia llegue "con delicadeza y afecto para ofrecer la consolación de la fe y la cercanía del Señor, que da la paz".


Monseñor Aguer también habló de las "periferias culturales", en especial "aquellas que paradójicamente pueden identificarse en el ámbito urbano, en sectores donde la cultura secular se ha alejado tanto del humanismo cristiano y de una concepción de la vida conforme al orden natural".


El arzobispo adivirtió que sectores de la clase media y alta "están absorbiendo a una multitud de bautizados con modos de pensar y de actuar como si Dios no existiera", de lo que resulta "una profunda deshumanización", y pidió atender esta realidad social desde la vivencia del ministerio y la evangelización de estos sectores que muchas veces no recibieron "una catequesis programática".


En Salta


Misericordia y entrega. El arzobispo, monseñor Mario Cargnello, llamó a los sacerdotes a preguntarse: “¿Qué significa ser hijos en el Hijo, que nos exige?”. El arzobispo subrayó: “Estamos llamados a ser testigos. El sacerdote debe sostener la comunión de la Iglesia. Debemos reconocer el derecho de los laicos e integrar las diferencias; nosotros no somos el centro, no somos dueños, solo ayudamos”.

El arzobispo también pidió a los sacerdotes “ser hombres de misericordia, ya que es la mas grande las virtudes", y convocó a “crecer cada día en la capacidad de entregarnos”.


"Es verdad que las exigencias diarias nos llevan a problemas o a resolver conflictos que nos tocan o no -advirtió-; por eso, pidamos la gracia que no se nos seque en el corazón la capacidad de entrega, en especial ante la necesidad de los pobres”.


En Paraná


Reflexionar sobre el ministerio. El arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari, presidió la concelebración eucarística crismal en la catedral local junto con los arzobispos eméritos, cardenal Estanislao Esteban Karlic y monseñor Bruno Maulión, y los presbíteros y diáconos.

El arzobispo indicó que en esta cultura inmanentista, secularizada y agnóstica, los sacerdotes deben animarse a examinar si están conduciendo al pueblo fiel hacia el amor de Dios. "En este contexto histórico -dijo-, el sacerdote debe vivir la esperanza teologal intensamente, debe ser hombre de Dios, hombre de esperanza, para comunicarla a los demás. Debe esperar por sí y por los otros".


“Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí. Nadie se salva sólo... El sacerdote debe marchar seguro y alegre, con el pueblo confiado, hacia el encuentro con Dios, con la certeza de que Él ha salido primero a su encuentro", afirmó ante el presbiterio diocesano.


En Mar del Plata


¡Salgoamos!. En la misa crismal, el obispo diocesano, monseñor Antonio Marino, agradeció y felicitó a los sacerdotes diocesanos, que con su trabajo diario sobrellevan con gran esfuerzo dificultades "con callado heroísmo" y atienden las necesidades espirituales de la comunidad.

"Como obispo quiero tener una palabra de reconocimiento y de aliento hacia ustedes -pronunció el prelado-. Valoro el trabajo que realizan en sus parroquias, en soledad, en la mayoría de los casos, por el Reino de Cristo en el corazón de nuestros hermanos. En la pastoral ordinaria, atendiendo a los que acuden y brindando la riqueza recibida. Dedicando tiempo a las necesidades de los demás, atendiendo problemas de muy diversa índole, unas veces prácticos o económicos, otras veces dramáticos y existenciales. También organizando la misión y saliendo a buscar a la oveja perdida".


Monseñor Marino admitió que las necesidades materiales y de orden espiritual en la diócesis "son muchas", mientras que la cantidad de sacerdotes es poca, al igual que los seminaristas. "Todo esto nos pone a prueba y nos obliga a madurar en nuestra fe", reconoció. También recordó que los sacerdotes religiosos, aunque no incardinados, pertenecen a la vida diocesana. El prelado terminó repitiendo una consigna: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo”.


En Gualeguaychú


Comunidad, amor a los pobres y adoración. El obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Lozano, recordó a los presbíteros y diáconos que la credibilidad de la misión que desarrollan está unida a tres elementos: la comunión, la adoración y los pobres.

"La comunidad y la fraternidad son un signo de la presencia viva de Jesús. Una comunidad que no se ama, aunque todos sean prolijamente buenas personas, es un grupo de buenos paganos, pero no una comunidad cristiana. No nos distinguen los buenos modales sino los gestos de escucha, perdón, servicio", observó.


"La adoración expresa nuestro vínculo fuerte con Dios -indicó-. Sin la gracia no somos nada. Sin la oración, sin la eucaristía y los sacramentos, la fe es raquítica y la misión cuanto mucho es propaganda de alguien extraño a quien no estamos dispuestos a escuchar y menos a seguir. Una comunidad que no misiona tampoco reza bien ni adora para cumplir la voluntad del Padre".


El amor a los pobres, en tanto, es signo de credibilidad ya que en ellos quiso quedarse el Señor para ser servido y buscado, expresó el obispo. "Francisco nos llama a tocar la carne de Cristo sufriente en el pueblo", agregó.


En Goya


Apacentar el rebaño. Monseñor Ricardo Faifer, obispo de Goya, comenzó su homilía expresando su "afectuoso saludo a todos los sacerdotes que creen en Cristo y que mediante la Palabra de Dios y los sacramentos del bautismo, la confirmación y la Eucaristía han renacido en Cristo y constituyen el Pueblo Santo de Dios".

El prelado enfocó su mensaje a los clérigos recordando que “el sacerdote, el obispo y el díacono deben apacentar el rebaño del Señor con amor, y si no lo hace con amor, no sirve”. Luego agregó: "Los que son ordenados son colocados a la cabeza de la comunidad para que con la autoridad de Cristo y como Cristo, sirvan al Pueblo de Dios".


Monseñor Faifer alentó a que los sacerdotes reaviven "la unción del Espíritu Santo recibida en la ordenación de un modo práctico y concreto con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la celebración diaria de la Eucaristía y también con un aprecio por confesarse habitualmente; con la salida misionera, con la misericordia que carga sobre los hombros y el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel y pecador, frágil y sufriente".


En Quilmes


Volver al llamado del Señor. El obispo diocesano, monseñor Carlos José Tissera, reconoció que en esta fecha suele recordarse el día de la ordenación y los tiempos de los primeros ministerios. "Volver sobre la historia de nuestra vocación -observó- es muy lindo y provechoso recordar todo eso. Pero lo más importante es regresar al momento en el que el mismo Señor decidió nuestro llamado y que es anterior, incluso, al momento en que lo hemos percibido".

El prelado invitó a los consagrados a poner la mirada en la elección, de modo que prevalezca la gracia, el don y la generosidad de Dios que llama a quien quiere: "Reposar en ese primer amor llega plenamente cuando se sabe, y se siente, que ese amor es voluntad de Dios, y que Dios jamás revoca su elección. A la voluntad le inquieta el para siempre de nuestro compromiso. En cambio, nuestro espíritu encuentra su reposo, su seguridad y su paz, cuando sabe –¡y cuando experimenta! – que el amor de Dios es eterno y que con ese amor hemos sido llamados. Aquí está la fuente de la alegría del discípulo misionero de Jesús".


En Puerto Iguazú


Santos y amigos de Jesús. El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, presidió la misa crismal en compañía de los sacerdotes que ejercen su ministerio en el extremo norte de la provincia de Misiones, con quienes reflexionó sobre el misterio de la Pascua. Monseñor Martorell explicó que los sacerdotes son “guardianes de los santos óleos y dispensadores de los mismos, llamados a la santidad de vida a pesar de nuestra fragilidad humana”, y en este sentido, los invitó a sacer santos y amigos de Jesús, que frecuenten la oración y la Eucaristía.

En Orán


Renovar la respuesta de amor. Monseñor Gustabo Zanchetta invitó a los sacerdotes de la diócesis de Orán a renovar delante del pueblo las promesas de la ordenación y recuperar en la memoria las oraciones que el obispo consagrante pronunció durante el rito: “Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te proteja para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio”, y “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”.

"Por tanto bien recibido, hermanos, ¡demos gracias! Por las veces que hemos faltado a nuestros santos deberes, ¡pidamos humildemente perdón!", dijo el prelado, quien los animó a seguir caminando con humildad y ofreciendo siempre la caridad del Buen Pastor.+



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