Obispos argentinos celebran Corpus Christi: Participar de la Eucaristía debe animar a la misión

Obispos argentinos celebran Corpus Christi: Participar de la Eucaristía debe animar a la misión


La Iglesia en la Argentina celebró entre viernes y domingo la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la que los obispos presidieron la misa y encabezaron la tradicional procesión con el Santísimo Sacramento, además de dedicar un momento a la adoración eucarística junto con los fieles.

En sus homilías, los prelados argentinos destacaron la importancia de compartir el pan, subrayan que la mesa eucarística construye la fraternidad y la paz, aseguraron que la Eucaristía transforma la debilidad en esperanza, y advirtieron que el amor de Cristo no puede atesorarse sólo para sí, sino que es necesario transmitirlo a los demás, por lo que alentaron a dar testimonio, a la misión permanente y a ser discípulos misioneros de Jesucristo.


Homilías


* Cardenal Mario Poli (Buenos Aires): “Cada vez que comemos su carne y bebemos su sangre, renovamos el deseo de servirlo como Él se merece en nuestros hermanos. Así, en toda Eucaristía, Jesús se hace prójimo, Buen Samaritano de nuestras debilidades, y en la comunión de su Cuerpo y de su Sangre, renovando su fiel amistad, vuelve a infundirnos la vida de Dios, y con ella, su amor misericordioso, el que nos identifica como sus discípulos. En cada eucaristía el amor misericordioso del Padre desborda todo lo previsible, y se hace virtud que vence a nuestro egoísmo, vuelve nuestro corazón hacia los pobres, nos hace más sensibles al dolor de los demás y nos abre al perdón de los hermanos”. Texto completo de la homilía

* Mons. José María Arancedo (Santa Fe de la Vera Cruz): “Si la Eucaristía no nos hace entrar en ese ‘dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo’, es señal de que no participamos plenamente en ella, en su Vida y exigencia fraterna. No debemos ‘acostumbrarnos’ a celebrar la Eucaristía como una rutina de nuestra vida religiosa, sino que siempre debe tener el sentido de lo nuevo, de aquello que nos desafía, que mantiene nuestra juventud espiritual y nos abre a una esperanza con horizontes de eternidad. ¡Qué triste la imagen de una comunidad que celebra la Eucaristía, y muestra el rostro de una Iglesia cansada, sin alegría y con falta de dinamismo misionero!” Texto completo de la alocución


* Mons. Héctor Aguer (La Plata): “La Eucaristía nos fue dada para ser comida; es el pan de vida, el alimento celestial. Pero, también, nos fue dada para ser adorada. Todos podemos y debemos adorarla, aun aquellos católicos que por su situación canónica o espiritual, no están habilitados para comulgar. La presencia eucarística de Jesús procede del sacrificio de la misa; por eso no hay que contraponer misa y adoración, o contentarse solo con la participación en la misa, y ser indiferente a la presencia del Señor en el sagrario. La adoración solitaria y silenciosa puede alternar con la exposición, adoración y bendición que reúne a la comunidad de los fieles. No debemos olvidar nunca la dimensión comunitaria de la Eucaristía y su celebración: expresa la unidad de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, que tiene su origen en el triunfo pascual del Resucitado, y su fuente de vida en el Cuerpo eucarístico del Señor”.


* Mons. Carlos Ñáñez (Córdoba): "Te pedimos que tu Espíritu, por la fe, nos permita reconocer tu presencia en la realidad de todos los días. Que podamos verte en los demás, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en todos los ámbitos y situaciones en que nos movemos y vivimos. Bendito seas, Emmanuel, porque estás vivo y por haber puesto tu morada entre nosotros. Estás vivo y presente allí donde nuestra corta mirada muchas veces no puede reconocerte. Allí dónde las apariencias dicen que no estás, vos te encuentras verdaderamente.Abrí nuestros ojos para verte. A nosotros, que por la fe, podemos atravesar las apariencias de pan para descubrirte en la Eucaristía, danos una nueva mirada que nos permita reconocerte en las periferias de la existencia. Que tu Espíritu nos de la luz que nos permita reconocerte en el pobre, en el que sufre, en el que está sólo, en el que está lejos, en el excluido... Bendito seas, pobre nazareno, hijo del carpintero. Que podamos atravesar las apariencias de tu ausencia para descubrir tu presencia". Texto completo de la homilía


* Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Al comulgar la liturgia nos invita a conjugar en nuestro corazón un doble sentimiento: la felicidad y la indignidad. Cuando se nos muestra la hostia consagrada el sacerdote nos invita a sentirnos ‘felices los invitados a la mesa del Señor’. Es un sentimiento para cultivar siempre: la felicidad de ser invitados a tal banquete por tan gran Señor. Jesús mismo nos invita a unirnos a Él y esta es nuestra gran felicidad. Es cierto que no somos ni seremos nunca por nosotros mismos dignos de tan gran Don: recibir al mismo Jesús. Pero estando en gracia de Dios, aunque seamos indignos su Palabra nos limpia, nos purifica, nos sana. Sólo una Palabra suya nos basta. Y nos la dice: quiero, queda purificado. O mejor aún: quiero, te quiero, te invito, ven a mí”. Texto completo de la homilía


* Mons. José Luis Mollaghan (administrador apostólico de Rosario): “Llevamos a Cristo por las calles para que Dios viva en la ciudad y por eso confiamos que pase por las calles, entre estas casas, grandes o pequeñas, y proteja la vida y la seguridad de cada una. Es necesario que esta gran ciudad sea para todos, y que refleje la presencia de Jesús, que la vida se llene de bondad y misericordia; y que las familias sean familias de Jesús. Queremos que Jesús consuele a los más necesitados de misericordia, alivie los sufrimientos de los enfermos, acompañe la soledad de los ancianos, proteja a los jóvenes de las tentaciones y de la droga, nos defienda ante las amenazas de los robos, y nos llene de alegría de vivir en la sociedad”. Texto completo de la homilía


* Mons. Carlos José Tissera (Quilmes): “Es bueno preguntarnos si buscamos ser saciado por este alimento que Dios nos da. El mundo nos tienta con alimentarnos con otras cosas, muy sabrosas a la vista, aparentemente buenas y atractivas, pero que no nos dan vida. Esos ídolos que nos deslumbran pero que nos dejan hambrientos e insaciables, como son el dinero, el éxito, el poder, la vanidad y el orgullo. Jesús Eucaristía es paz. Es la paz que brota del amor y de la fraternidad. Dios Padre tiende la mesa del Eucaristía para alimentar a sus hijos, con el Cuerpo y Sangre de su Hijo amado. Su muerte y su resurrección dan a luz un mundo nuevo. El construye la fraternidad. Es su Reino de justicia, de verdad, de amor y de paz que ya ha comenzado. El es nuestro alimento para construirlo cada día”. Texto completo de la homilía


* Mons. Jorge Lozano (Gualeguaychú): Celebramos hoy la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que antes en latín se le llamaba Corpus Christi. La conmemoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos ayuda a crecer en la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, presente en ‘Cuerpo, Alma y Divinidad’. Como decimos en este tiempo de mundial de fútbol, ‘paremos un poco la pelota’. ¿De verdad creemos esto? ¡Claro que sí! Es el mismo Jesús que quiso quedarse como alimento en el pan y vino consagrados en su Cuerpo y Sangre. Y también nos invita a nosotros a transformar la vida en alimento para los demás. Por eso cantamos en algunas misas ‘quiero ser pan/para el hambre ser el pan/ de mi pueblo y construir/el escándalo de compartir’. Esto implica hacer que mi vida sea un don, un regalo, no solamente para mí, sino también para los demás… Seamos alimento para el hambre de esperanza”. Texto completo de la editorial


* Mons. Virginio Bressanelli SCJ (Neuquén): "Hoy celebramos la presencia viva de Jesús en el Sacramento de la Eucaristía. Una presencia que nosotros descubrimos a través del don de la Fe. De una fe madura, una fe que se deja guiar por la Palabra de Dios y que se deja fortalecer por el Señor mismo. Una fe que no es un simple asentimiento intelectual, sino adhesión a la persona de Jesús con todo nuestro ser; porque solo Él tiene palabras de vida eterna. Lo esencial es partir del corazón, porque es una fe que procede como don del corazón de Dios, cuya medida del amor es no tener medida. Una fe que, infundida por Dios, se arraiga en nuestro corazón. Solo el Amor puede entender que Jesús, Dios hecho hombre, quiere permanecer en la historia bajo el signo del pan y del vino consagrados. Sólo el Amor de Dios y del que cree pueden llevarnos a comprender que Jesús no solamente quiere estar cerca nuestro sino que quiere vivir en nosotros".


Mons. Antonio Marino (Mar del Plata): “La solemnidad del Corpus Christi nos reúne como Iglesia diocesana en torno al sacramento de nuestra unidad. La eucaristía es, en efecto, el sacramento admirable de nuestra comunión con Cristo y entre nosotros. Si no queremos sucumbir ante las tentaciones del camino, debemos alimentarnos con frecuencia con este pan. Con él se nos abrirán los ojos para descubrir otras formas de presencia del Señor en la vida cotidiana. Con él recibimos en mayor abundancia la gracia del Espíritu Santo que nos renueva y nos purifica la vista para interpretar las circunstancias de la vida y de la historia de los hombres como caminos de la providencia que todo lo conduce para nuestro bien. Así nos volveremos capaces de sobrellevar pruebas y de evitar engaños”. Texto completo de la homilía


* Mons. Marcelo Colombo (La Rioja): “Estrechamente unidos a Cristo Crucificado, podemos alcanzar con nuestro amor a quienes más nos necesitan prolongando en la historia humana la solidaridad de Jesucristo, el buen samaritano. Nuestra colecta de Cáritas y las distintas iniciativas pastorales relacionadas, quieren ser un signo de esa misión de la Iglesia, inseparables del anuncio y la celebración. En el Evangelio, Cristo se presenta como nuestra comida y nuestra bebida. Cercano a nosotros, a nuestra intimidad doliente, a nuestras hambres más hondas, nos invita a permanecer en Él para saciarnos y sacarnos de las vacilaciones, las tibiezas y ambigüedades de nuestras opciones”. Texto completo de la homilía


* Mons. Oscar Ojea (San Isidro): “Comer el pan y decir amén significa esto, comprometerse en servicio a los hermanos. No cerrar el corazón a los hermanos sino abrir ese corazón en mi atención, en mi capacidad de escucha, estar atento. Soy pan. El me transforma en él, soy más Cristo cuando comulgo. Entonces tengo que comer ese pan que está lleno de hambre, de hambres, de Corpurs, y el sentido de la procesión es: En la Edad Media la disciplina penitencial era muy grande, entonces no todos comulgaban, ni mucho menos. Entonces la Iglesia para los que no podían comulgar, para los que tenían que hacer largas penitencias, quiso poner un día al año al Santísimo Sacramento en un lugar alto para los que no pudieran comulgar comiendo, pudieran al menos comulgar mirando, contemplando, al Señor que sale simbólicamente en medio del pueblo, que se acerca a todos porque quiere estar en todos, porque quiere entrar en el rincón de cada corazón humano, entendiendo el secreto último del corazón humano y acompañando a fondo a ese corazón. Por eso cuando salgamos juntos acompañando al Señor que simbólicamente quiere acercarse a su pueblo una vez al año saliendo del templo, nosotros al mirarlo, al comulgar mirándolo y adorándolo, contemplándolo, podemos pedir como pecadores, que detenga su mirada ante cada humano que lo necesite, en nuestras comunidades, en nuestros barrios”. Texto completo de la homilía


* Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): "Creer y adorar conllevan una alegría desbordante: ¡cómo no compartir lo que ha llevado tanta plenitud a nuestra vida! ¡Cómo no compartir el pan que es Jesús el Señor! Dios se ha hecho amigo y compañero, motor y meta de nuestro camino. Se nos ha dado como alimento para este caminar. ¡Esa es nuestra perla preciosa por la que vale la pena venderlo todo, el tesoro inestimable que llena el corazón de alegría! Esa es la experiencia que, cada domingo, hacemos en la Eucaristía que nos reúne, alimenta y envía. Queridos hermanos y hermanas cristianos: ¡Cómo no compartir ese pan sagrado y vivificante! Celebrada con fe, la Eucaristía marca a fuego nuestra forma de existir, de actuar y de sentir. Comulgar con el Pan vivo nos transforma a nosotros mismos en pan para nuestros hermanos. La Eucaristía pone en marcha un dinamismo imparable de servicio. Se proyecta más allá de la vida eclesial en la sociedad misma, en cada familia, en la convivencia ciudadana, en el compromiso político, en la cultura del encuentro y la solidaridad, incluso en el noviazgo, la amistad, la diversión y el deporte. Que la Eucaristía vaya modelando nuestra vida de discípulos misioneros del Evangelio de Cristo". Texto completo de la homilía


* Mons. Jorge Lugones SJ (Lomas de Zamora): “Confesamos que en las especies del pan y vino Cristo está presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad… Unidos a Jesús en la Eucaristía, cada día podemos transformar algo en nuestra vida para hacer el bien… Cristo, el Hijo de Dios, tomó carne humana porque es el Buen Pastor que cura a la oveja enferma y reúne a las que están dispersas. Y quiso quedarse en la Eucaristía para que lo podamos ver, tocar, recibir, contemplar”. Invitó a visitar al Santísimo Sacramento en el sagrario y a hacer comuniones espirituales cuando no se pueda recibir la comunión sacramental. “La adoración eucarística es fuente de gracia”, subrayó.


* Mons. Juan Rubén Martínez (Posadas): La Eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. La comunión del pan y del vino, del Cuerpo y la Sangre, implican que nosotros formamos un solo cuerpo: ‘todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan’. La caridad es el fundamento del amor solidario tan necesario de asumir con coherencia en este tiempo de nuestra Patria… Desde la Eucaristía ‘pan de vida’ y fundamento de comprensión del amor cristiano, entendemos más profundamente el valor de la vida humana, de la familia, la justicia, el trabajo como servicio y sobre todo la inclusión de los más pobres y marginados como claves de todo proyecto cultural y de toda forma de proyección política, económica, social”. Texto completo de la carta


* Mons. Luis Urbanc (Catamarca): “La presencia real de Cristo en la hostia es el centro de la vida del ser humano, que no hay nada en el mundo que se le asemeje, que no hay fuerza superior, que no hay expresión de amor más sublime que la de Cristo verdaderamente presente en la Eucaristía, que la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida del cristiano, que el ser humano no puede vivir ni ser feliz sin la asidua recepción de este santísimo sacramento. ¡Cuánto asombro me causaba ver a mis padres arrodillados frente a Jesús Sacramentado! ¡Cuántas veces he preguntado a ambos qué veían, qué decían, qué oían, qué sentían y qué gusto tenía la hostia! Siempre la respuesta era convincente y adecuada a mi crecimiento. No recibía respuestas evasivas, sino aquellas que sostenían la vida de ellos y sus convicciones. Lo que fui descubriendo paulatinamente es que ellos eran coherentes con lo que me decían”. Texto completo de la homilía


* Mons. Eduardo María Taussig (San Rafael): "Hoy celebramos la Eucaristía, este regalo extraordinario que Jesús anunció en Galilea e instituyo en la Última Cena y que la iglesia en todo el mundo hace presente cada día, en cada misa... La procesión es un testimonio de nuestra fe, un testimonio misionero que quiere mostrarle a todos, que en la Custodia está el centro de nuestra fe y queremos que llegue a todos para que todos tengan vida plena en el Señor". Invitó a los fieles y consagrados a comprometerse a dar testimonio, "a vivir el amor de Jesús Eucaristía para poder evangelizar".


* Mons. Ariel Torrado Mosconi (auxiliar de Santiago del Estero): “Jesucristo tiene para nosotros el alimento que nutre el sentido de la vida y nos hace vivir en familia, en comunidad. Sólo Jesucristo puede colmar nuestra existencia de felicidad y de paz. Jesús hoy recorre, bajo la apariencia de pan, nuestras calles y barrios como un día lo hizo por la Galilea, hoy viene a las ‘galileas santiagueñas’. Peregrinar con la Eucaristía por las calles es recordar que Jesús vino para todos. Jesús se hace ‘callejero’, va hacia las periferias. No viene sólo para los que habitualmente estamos con Él, sino que quiere ir al encuentro de los más alejados, de las periferias, de aquellos que no lo conocen, de los que son indiferentes, y aún de aquellos que lo rechazan. Por eso la Eucaristía es Pan para la misión. Como nos enseña el Papa con frecuencia, él no quiere una Iglesia encerrada”. Texto completo de la homilía+



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