Moralizar la vida cívica, una urgencia de este tiempo



Corrientes (AICA): “Pululan en el mundo los habilidosos administradores que podrían llevar su gestión a buen término si unieran a la habilidad una honestidad probada. Sin duda la conducta honesta de los dirigentes toma la delantera en la empresa urgente de moralizar la vida cívica. Necesitamos un electorado éticamente sano, consciente y sapiente en el ejercicio de sus derechos, y, de esa manera, capaz de elegir a los mejores hombres y mujeres para la atención de la cosa pública. Aún nos falta mucho que recorrer. Habrá que prestar mayor atención a todos los niveles de la educación, cuidar la estabilidad de la familia, favorecer la independencia de la justicia y sanear la atmósfera cultural, donde los valores esenciales oxigenan la vida social”, reflexionó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, reflexionó sobre la corrupción ideológica y económica tomando como base las enseñanzas de Jesús, que condena la deshonestidad, y “deja entrever, en la ambivalencia de los bienes económicos, la posibilidad de que el dinero ‘de la injusticia’, por la contaminación del pecado, sirva a la justicia y convierta a los pobres en buenos amigos “para que ellos los reciban en las moradas eternas”.

“Pululan en el mundo los habilidosos administradores que podrían llevar su gestión a buen término si unieran a la habilidad una honestidad probada. Sin duda la conducta honesta de los dirigentes toma la delantera en la empresa urgente de moralizar la vida cívica. Necesitamos un electorado éticamente sano, consciente y sapiente en el ejercicio de sus derechos, y, de esa manera, capaz de elegir a los mejores hombres y mujeres para la atención de la cosa pública”, sostuvo en su sugerencia para la homilía de este domingo.


“Aún nos falta mucho que recorrer. Habrá que prestar mayor atención a todos los niveles de la educación, cuidar la estabilidad de la familia, favorecer la independencia de la justicia y sanear la atmósfera cultural, donde los valores esenciales oxigenan la vida social”, agregó.


Texto de la sugerencia


La corrupción ideológica y económica. Difícil texto. Es preciso prestar atención a todo el contenido de la enseñanza del Maestro. Admira la sagacidad y condena la deshonestidad. Deja entrever, en la ambivalencia de los bienes económicos, la posibilidad de que el dinero “de la injusticia”, por la contaminación del pecado, sirva a la justicia y convierta a los pobres en buenos amigos “para que ellos los reciban en las moradas eternas” (Lucas 16, 9). Los bienes económicos son bienes mientras sean administrados para provecho de todos y se respeten las leyes divinas y humanas. El Evangelio no alienta utopías, al contrario, todo lo que propone para la vida es factible. El esfuerzo que exige no excede las posibilidades humanas. Es cierto que el clima social está hoy enrarecido por la corrupción ideológica y económica. Es muy urgente la rectificación del rumbo moral señalado con sobrada claridad por Jesús. Me estremece comprobar que lo robado no se devuelva a su dueño - el pueblo - para una sana administración. Me preocupa pensar en la gente que ha hecho trizas la justicia y que muere sin arrepentirse. Existe una gradación inocultable en las responsabilidades. Recuerdo que, durante más de dos años, con motivo de la preparación del Xº Congreso Eucarístico Nacional de Corrientes, rezamos una oración que decía así: “Que tu Hijo y Salvador nuestro genere hombres y mujeres honestos y capaces, que amen y sirvan a la Patria”.

Urgente llamado a la fidelidad. Es admirable la actualidad de este mensaje. No está dirigido a algunos, eximiendo a los demás de sus severas exigencias. Su carácter universal no justifica guardarlo en el interior del templo, como profeta amordazado. Su ocultamiento, y el esfuerzo por recluirlo en un irresponsable silencio, dejan al mundo en la intemperie y en la dispersión “como ovejas sin pastor”. El llamado a la fidelidad es ocasión para comprobar el estado de infidelidad a la que la sociedad desciende cuando lo desoye. La escandalosa corrupción, aventada públicamente a través de los medios de comunicación social, pone a sus responsables, no obstante, en condiciones de reiniciar un proceso humilde de cambio. Sin emprenderlo todo esfuerzo renovador concluye en fracaso. La historia constituye un muestreo desbordante del mismo. Es preciso aplicar el freno, detener la marcha y rectificar el rumbo. La intervención de Cristo en nuestra vida es un saludable golpe de timón que reorienta nuestra marcha, capacitándonos para llevarla a su meta propia: la perfección del Padre. El Papa Francisco no deja de referirse a ese llamado universal, haciendo explícita su intención inspirada de recorrer “toda la periferia existencial” de sus contemporáneos, sin dejar a nadie fuera del alcance de su diálogo pastoral.


Para moralizar la vida cívica. Pululan en el mundo los habilidosos administradores que podrían llevar su gestión a buen término si unieran a la habilidad una honestidad probada. Sin duda la conducta honesta de los dirigentes toma la delantera en la empresa urgente de moralizar la vida cívica. Necesitamos un electorado éticamente sano, consciente y sapiente en el ejercicio de sus derechos, y, de esa manera, capaz de elegir a los mejores hombres y mujeres para la atención de la cosa pública. Aún nos falta mucho que recorrer. Habrá que prestar mayor atención a todos los niveles de la educación, cuidar la estabilidad de la familia, favorecer la independencia de la justicia y sanear la atmósfera cultural, donde los valores esenciales oxigenan la vida social. A Jesús le interesa curar al hombre de sus heridas profundas: “No he venido para los sanos sino para los enfermos”. Ante la exigencia de honestidad que en el Evangelio se expresa, el mundo, que desconoce a Cristo, busca parámetros para la honestidad que no corresponden a sus enseñanzas. Si es sincera su búsqueda se preguntará con cierto dejo de angustia: “¿A qué o a quién debo ser fiel, si quiero alcanzar la honestidad de vida que me corresponde?


Ser fieles a la Verdad. La fidelidad tiene como referencia principal a otra persona. No somos fieles a una idea, o sistema de ideas, si no somos fieles a quien la garantiza como verdad. La idea es producto del hombre, de alguna manera se identifica con él, pero, no es él. La Verdad es más que una idea, es un ser personal. Cristo, la persona del Verbo encarnado, por ser Dios es la Verdad - que Dios es - y por lo mismo trasciende todo sistema o ideología. Ser fiel a la Verdad es ser fiel a Él: “Yo soy la Verdad”. La relación de amor con Él convierte a la persona, que se le relaciona, en un auténtico sabio, porque está posesionado por esa Verdad, en cuya búsqueda está empeñada su vocación trascendente. No es preciso ser un habilidoso en la ciencia filosófica o teológica. Un analfabeto puede ser sabio si ama a Dios, autorevelado mediante la encarnación del Hijo Eterno, Jesucristo. Aquel misterioso empleado deshonesto y habilidoso hubiera podido llegar a la sabiduría si lograba la honesta fidelidad a su señor. Eso nos ocurre a nosotros si no unimos a la habilidad, que podemos poseer, la fidelidad a Dios mediante una vida respetuosa de su voluntad.+



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