Mons. Fernández y la Octava de Pascua: “Si Él vive, es garantía de que el bien puede hacerse camino”


Mons. Fernández y la Octava de Pascua: “Si Él vive, es garantía de que el bien puede hacerse camino”




Buenos Aires (AICA): En una reflexión para la comunidad universitaria por la Octava de Pascua, el rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), monseñor Víctor Manuel Fernández, explicó el lugar que la resurrección de Jesús tiene en la fe y recordó que “si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino, y de que nuestros cansancios sirvan para algo. Así podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante”. El arzobispo destacó que Cristo resucitado “está en todas las discretas alegrías cotidianas, en cada pequeña cosa que nace o renace, en cada abrazo, en cada sentimiento bueno que brilla en medio del egoísmo, en cada mano tendida, cada vez que yo perdono” e invitó a pedirle que “derrame su vida en la mía, que me llene de la intensidad de la resurrección”.

“Esta semana contemplamos un sepulcro vacío y a Jesús feliz, desbordante, vestido de luz infinita, lleno de puro gozo. Me alegro con mi amigo y redentor, que ha triunfado. Entonces, el mal no tiene la última palabra. Si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino, y de que nuestros cansancios sirvan para algo. Así podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante”, recordó el rector de la Universidad Católica Argentina, monseñor Víctor Manuel Fernández, en una reflexión para la comunidad universitaria por la Octava de Pascua.

El arzobispo aseguró que “la resurrección de Jesús no fue un espectáculo, nadie lo vio. Únicamente las paredes del sepulcro fueron testigos de ese momento. No fue una explosión de luz y de colores. Fue un hecho inmenso, pero discreto, poco llamativo. Sólo hay un sepulcro vacío. Eso es un llamado a la fe. Nada me obliga a creer en la resurrección, pero yo sé que él vive, que está y que estará siempre. Estoy envuelto en su resurrección como me envuelven el aire y la luz. Al aire lo necesito para vivir, y aunque a veces me olvide que existe, está y vivo del aire que respiro. De la misma manera me sostiene Cristo resucitado, pase lo que pase”.


Tras precisar que “está claro entonces que sería un riesgo que los cristianos de hoy busquemos ante todo convencer a los demás de una serie de dogmas pero no nos preocupe tanto que los demás se encuentren con su Señor vivo y se dejen salvar por él”, sostuvo que la resurrección de Cristo “es una verdad, pero ante todo una verdad que se vive e ilumina la propia vida”.


“Si creés en él y persistís en tu relación con él, podrás fallarle, caer, equivocarte, pero él va a triunfar en tu vida. Él hace una historia con tu vida y terminará su obra. Ya no habrá momentos vacíos, momentos abandonados, ya no hay posibilidad de que convierta en alguien olvidado y desechado. Tampoco habrá fracasos, porque don él de todo podemos sacar algo bueno, aprender y crecer”, aseguró.


“Para los amigos del resucitado hay una relación constante con Él que puede vivirse sin interrupción. Del mismo modo que uno puede realizar una tarea junto con otra persona sin conversar con ella ni mirarla, pero con la satisfacción de no estar solo, de compartir el esfuerzo con ella, lo mismo sucede en nuestra relación con Jesús. Yo nunca estoy solo cuando trabajo. Siempre estamos nosotros dos, juntos. Más allá de todo y en medio de todo, él estará conmigo. Estaremos juntos”, agregó.


El prelado destacó que Cristo resucitado “está en todas las discretas alegrías cotidianas, en cada pequeña cosa que nace o renace, en cada abrazo, en cada sentimiento bueno que brilla en medio del egoísmo, en cada mano tendida, cada vez que yo perdono. Descubrirlo en todo rostro humano, pero, paradójicamente, sobre todo en los feos, desagradables, heridos, despreciados, en los que ‘no existen’ a los ojos del mundo”.


“Para vivir eso tengo que permitirle que haga conmigo lo que hizo con los discípulos de Emaús, cansados, desalentados, quejosos, abatidos, resignados. Hasta que se dejaron abrir los ojos y Jesús les devolvió toda la fuerza y la alegría. Tengo que pedírselo: ‘Abrime los ojos’. Tengo que aceptar ser resucitado cada día y en cada nueva etapa. No me sirve aferrarme a la muerte, a la negrura, al poder del mal que siempre acecha y seduce. Por más muerto que esté un corazón siempre puede ser resucitado. También el tuyo”, indicó.


Por último, monseñor Fernández señaló que “este día de la Pascua puedo pedirle que derrame su vida en la mía, que me llene de la intensidad de la resurrección, que me libere de estar sobreviviendo, viviendo a medias, que me haga caminar por este mundo rebosante de vida. Porque nunca hay que declararse muerto. En todo caso hay que volver a abrirse para que Él derrame vida nueva y resucite. Él se empeña en sacar vida de todas nuestras muertes, es el enamorado de la vida que está siempre atento para derramarla siempre de nuevo”.+


Texto completo de la reflexión



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