“La misericordia es amor que perdona y sana”, destaca monseñor Castagna

Corrientes (AICA): “No alcanza el poder de nuestra imaginación para darnos una idea del amor misericordioso de Dios. En Cristo ese amor se materializa, se interna en el abismo de miseria, causado por el hombre, y lo saca del lodazal, como una perla preciosa enlodada pero no devaluada. La misericordia es amor que se expresa en la acción de redimir a quien ha pecado y conducirlo a su original bondad y belleza. Será una obra que únicamente Dios puede llevar a cabo. La Redención del hombre sobrepasa a la misma Creación”, aseguró el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “no alcanza el poder de nuestra imaginación para darnos una idea del amor misericordioso de Dios” y explicó que “en Cristo ese amor se materializa, se interna en el abismo de miseria, causado por el hombre, y lo saca del lodazal, como una perla preciosa enlodada pero no devaluada”.

“La misericordia es amor que se expresa en la acción de redimir a quien ha pecado y conducirlo a su original bondad y belleza. Será una obra que únicamente Dios puede llevar a cabo. La Redención del hombre sobrepasa a la misma Creación. Por lo mismo expresa el ‘extremo’ del amor que Dios profesa a la criatura más excelente del universo visible.”, subrayó en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.

El prelado puntualizó que el Concilio Vaticano II lo llama “síntesis”, al definir en el punto 14 de la “Gaudium et spes” que "en la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alcanza la voz para la libre alabanza del Creador".

“Sin un mayor esfuerzo intelectual, por parte del hombre, la realidad se le impondrá como experiencia en la carne inmolada y en la sangre derramada de ese Ser único, en quien Dios mismo asumió la condición humana y se reveló como Padre. Para acceder a Él basta recibir la buena noticia y creer en ella, introduciéndose en su misterio de verdad”, aseveró.

Texto de la sugerencia

1.- La ternura de Dios. Al Jefe de la Sinagoga, llamado Jairo, no le avergüenza postrarse ante Jesús para suplicar por su hija. El Señor no se resiste al pedido, lo acompaña y lo sigue dócilmente hasta su casa. Siempre manifiesta una particular predilección por la ternura del amor humano. Recordemos las Bodas de Caná, el dolor de las hermanas de Lázaro, el desamparo de la viuda de Naím, llevando a sepultar a su hijo único. Cristo se conmueve ante el sufrimiento de la gente. Muestra un corazón que palpita en sintonía con los dolores, gozos y esperanzas del pueblo. Esa imagen orientará la celebración del Año Santo dedicado a la misericordia. La Iglesia, en cada uno de sus bautizados, es testigo de Quien es la revelación de la misericordia del Padre. Lo debe ser, diversificando las expresiones de su acción salvadora en funciones perfectamente asignadas por el mismo Señor. Me refiero especialmente a los Pastores, a quienes dedica el Papa Francisco frases fuertes, de vibrante espiritualidad. Este texto del Evangelio, escrito por San Marcos, expone dos hechos, de diverso estilo e idéntico gesto misericordioso: el de la resurrección de la hija de Jairo y el de la mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años.

2.- El samaritano que cura con amor y ternura. Jesús, en su andar entre los pueblos, se detiene a curar a los heridos y a devolver la vida a quienes la han perdido. No pasa de largo como el sacerdote y el levita de la parábola sino que, sin prestar atención en quién sea el caído al borde del camino, cura sus heridas y le ofrece sus cuidados para la recuperación de la salud, violentamente dañada por los salteadores. Estimo que la escena se repite y actualiza de manera continua y alarmante. En los padecimientos de la cruz Jesús obtiene la capacidad de hacer visible la extrema misericordia de Dios. Expirando en ella, desangrado y desamparado, muestra hasta qué grado el mundo es amado por Dios. Allí está el acontecimiento, el hecho innegable, ante el cual el corazón humano - si lo sigue siendo - experimenta conmovido hasta qué extremo Dios lo ama: "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin". (Juan 13, 1) En la actualidad es grave el grado de insensibilidad e indiferencia. Ante algunos hechos de violencia e inseguridad, nos preguntamos intrigados: ¿Qué ocurrió con el espíritu solidario, el respeto por la inocencia de la niñez y adolescencia, el amor prometido y transformado inexplicablemente en femicidio? No obstante Dios sigue expresando la ternura de su amor por el hombre y mantiene su ánimo redentor, mediante la misma cruz de su Hijo encarnado.

3.- La misericordia es amor que perdona y sana. No alcanza el poder de nuestra imaginación para darnos una idea del amor misericordioso de Dios. En Cristo ese amor se materializa, se interna en el abismo de miseria, causado por el hombre, y lo saca del lodazal, como una perla preciosa enlodada pero no devaluada. La misericordia es amor que se expresa en la acción de redimir a quien ha pecado y conducirlo a su original bondad y belleza. Será una obra que únicamente Dios puede llevar a cabo. La Redención del hombre sobrepasa a la misma Creación. Por lo mismo expresa el "extremo" del amor que Dios profesa a la criatura más excelente del universo visible. "Síntesis" la llama el Concilio Vaticano II: "En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alcanza la voz para la libre alabanza del Creador" (Gaudium et Spes - No. 14). Sin un mayor esfuerzo intelectual, por parte del hombre, la realidad se le impondrá como experiencia en la carne inmolada y en la sangre derramada de ese Ser único, en quien Dios mismo asumió la condición humana y se reveló como Padre. Para acceder a Él basta recibir la buena noticia y creer en ella, introduciéndose en su misterio de verdad.

4.- El gozo de anunciar la misericordia. El empeño evangelizador de la Iglesia responde a la urgencia de que todos los hombres cobren conciencia del acontecimiento que los redime de su pecado y los conduce a lo que constituye su auténtica perfección. La comunicación inmediata de esta noticia toma carácter de "necesidad y urgencia". El mundo, nuestro mundo, muestra heridas supurantes en cada una de sus manifestaciones. Allí está la infección del pecado, ya vencido por Cristo, pero desafiado a ser vencido en cada persona. Será una lucha de todo momento, librada a favor de los hombres, en virtud de la gracia de Jesucristo. Incluye el dolor propio de la lucha, el escozor de cada herida y la humildad de quienes, heridos, se dejan curar por el buen Samaritano. A la misericordia corresponde la experiencia gozosa del perdón. Los evangelizadores, perdonados a su vez, se convierten en testigos y misioneros de la Misericordia. El Santo Padre, en la Bula de convocación "Misericordiae Vultus", hace un anuncio original: "Durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe".+

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