Visita a la cárcel: La inseguridad no se soluciona sólo encarcelando, dijo Francisco

Visita a la cárcel: La inseguridad no se soluciona sólo encarcelando, dijo Francisco

“Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado”, dijo el papa Francisco a los presos al visitar, en la tarde de este miércoles 17 de febrero, el Centro de Reinserción Social (Cereso) 3, en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, localidad del norte de México tristemente conocida a nivel mundial por sus altos niveles de violencia.

El Papa llegó al Aeropuerto Internacional ‘Abraham González’ e inmediatamente después se trasladó al Centro de Reinserción Social; ingresó en la capilla que está ubicada dentro de las instalaciones y rezó una oración con todos los integrantes de la Pastoral Penitenciaria, que en su mayoría son religiosas y laicos, y dejó un regalo en la capilla: una imagen de Cristo de Cristal

Francisco agradeció a los miembros de Pastoral Penitenciaria “hay mil maneras de hacer bien que no se ve, expresó, ustedes se van a encontrar con mucha fragilidad. Por eso quise traer esta imagen de lo más frágil, el cristal es lo más frágil, se rompe enseguida, Y Cristo en la cruz es la fragilidad más grande de la humanidad. Sin embargo, con esa fragilidad nos salva, nos ayuda, nos hace andar adelante, nos abrió las puertas de la esperanza”.

Seguidamente se trasladó al área donde se encontró con los prisioneros, Escuchó los testimonios de algunos de ellos y les ofreció un mensaje.

El Papa expresó que quiso celebrar el Jubileo de la Misericordia con ellos “para que quede en claro que eso no quiere decir que no haya una posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante”.

“Ustedes sufren el dolor de la caída”, dijo Francisco, y agregó “ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa vida desde la soledad”.

El Pontífice señaló que quienes conocen la fuerza del dolor y del pecado, “no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas”.

“Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes –dijo más adelante- es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas”

Finalmente el Papa los invitó a que “luchen desde acá adentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente no siga cobrándose víctimas”.

Antes de darles la bendición el Pontífice los invitó a orar en silencio todos juntos pidiendo a Dios, cada uno “desde la intimidad del corazón, que nos ayude a creer en su misericordia”.

Por su parte el padre Alberto Meléndez, capellán de la Pastoral Penitenciaria de la entidad señaló que la prisión es conocida por la cantidad de conflictos que se registran en su interior y cómo se fueron reduciendo considerablemente en los últimos días. “Ahora se respira por fin algo de paz, y todos en el Cereso sólo esperaban el momento de escuchar el mensaje de esperanza y misericordia que les trajo el Papa”.

En Ciudad Juárez hay dos prisiones estatales, que forman parte del sistema penitenciario de Chihuahua. “Una es de mujeres con unas 230 internas y la otra de varones donde hay aproximadamente unos 4 mil presos. Esta última es adonde acudió el Santo Padre por ser la más poblada. Sin embargo, unas 110 internas de la cárcel de mujeres se trasladaron para poder ver al papa Francisco y escuchar su mensaje”.

También estuvieron participando del encuentro con el papa Francisco algunos internos del Centro penitenciario número 2 de Chihuahua donde algunos presos elaboraron el báculo que obsequiaron al Papa y que usará en la Misa.

El báculo de cedro que mide 1,90 metros, fue realizado un prisionero de nombre Francisco, hijo y nieto de maestros ebanistas. Actualmente es el jefe de carpintería en la prisión y afirmó que es un orgullo haber elaborado el báculo que usará el Pontífice en la Eucaristía.

La música del actos estuvo a cargo de otro grupo de internos quienes desde hace seis meses, formaron una pequeña orquesta a la cual nombraron “Libres en Música” y cantaron entre otras melodías un tango, una canción italiana, el "Cielito Lindo’’ y “Color esperanza”.


Discurso de Francisco a los presos

Queridos hermanos y hermanas

Le agradezco su presencia

Estoy concluyendo mi visita a México y no quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes.

Agradezco de corazón las palabras de saludo que me han dirigido, en las que manifiestan tantas esperanzas y aspiraciones, como también tantos dolores, temores e interrogantes.

En el viaje a África, en la ciudad de Bangui, pude abrir la primera puerta de la misericordia para el mundo entero. De este jubileo porque la primera puerta de la misericordia la abrió nuestro Padre Dios con su Hijo Jesús. Hoy, junto a ustedes y con ustedes, quiero reafirmar una vez más la confianza a la que Jesús nos impulsa: la misericordia que abraza a todos y en todos los rincones de la tierra. No hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar.

Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra verdadera preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, las de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de violencia.

La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en la sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios, de omisiones que han provocado una cultura del descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que poco a poco fue abandonando a sus hijos.

La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza «afuera», en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación, -como le llamen- comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.

A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a una determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social.

La preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40) era para expresar las entrañas de la misericordia del Padre, que se vuelve un imperativo moral para toda sociedad que desea tener las condiciones necesarias para una mejor convivencia. En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, a sus enfermos o a sus presos está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia. La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar solamente algunas medidas. Ahí empieza todo proceso de reinserción.

Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado.

Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién tan bien dicha y con tanta fuerza: Cuando me dieron mi sentencia alguien me dijo no te preguntes por qué estás aquí sino para qué y que este para qué nos lleve adelante, y este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logra encarcelando. Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; por eso he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la Misericordia, para que quede en claro que eso no quiere decir que no haya una posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante, “para qué”. Ustedes sufren el dolor de la caída, y ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá adentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente no siga cobrándose víctimas.

Al decirles estas cosas un recuerdo de Jesús “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Al decirles estas cosas no lo hago como quien da cátedra, con el dedo en alto, lo hago desde la experiencia de mis propias heridas, de errores y pecados que el Señor quiso perdonar y reeducar. Lo hago desde la conciencia de que sin su gracia y mi vigilancia podría volver a repetirlos. Hermanos, siempre me pregunto al entrar en una cárcel por qué ellos y no yo?. Y es un misterio de la misericordia divina, pero esa misericordia divina hoy la estamos celebrando todos mirando hacia adelante en esperanza.

Quisiera también alentar al personal que trabaja en este Centro u otros similares: a los dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todos los que realizan cualquier tipo de asistencia en este Centro. Y agradezco el esfuerzo de los capellanes, las personas consagradas y los laicos que se dedican a mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en este reclusorio, los pastores, todos aquellos que se acercan a darles la palabra de Dios. Todos ustedes, no se olviden, pueden ser signos de la entrañas del Padre. Nos necesitamos unos a otros, nos decía nuestra hermana recién recordando la carta a los Hebreos, siéntanse encarcelados con ellos.

Antes de darles la bendición me gustaría que oráramos en silencio todos juntos. Cada uno sabe lo que le va a decir al Señor, cada uno sabe de qué pedir perdón, pero también les pido a ustedes que en esta oración de silencio agrandemos el corazón para poder perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que tantas veces nos empujó a los errores. Que cada uno pida a Dios, desde la intimidad del corazón, que nos ayude a creer en su misericordia. Oramos en silencio.

Y abrimos nuestro corazón para recibir la bendición del Señor. Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia, les descubra su rostro y les conceda paz. Amén.

Y les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias.

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