El Papa en la entrega de los palios: "La oración es una forma de salir de los encierros"

El Papa en la entrega de los palios: "La oración es una forma de salir de los encierros"

Ciudad del Vaticano (AICA): El papa Francisco bendijo y entregó hoy los palios a los 25 nuevos arzobispos del mundo designados el año pasado, y luego presidió la misa por la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, en la basílica de San Pedro. El pontífice advirtió que “la tentación de la Iglesia es la de encerrarse en sí misma” y destacó que la oración es “siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios”. Y llamó a pasar “de la división a la unidad” ante la delegación enviada por el “querido” patriarca ecuménico Bartolomé I.

El papa Francisco bendijo y entregó hoy los palios a los 25 nuevos arzobispos del mundo designados el año pasado, y luego presidió la misa por la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, en la basílica de San Pedro.

El rito se abrió con una procesión, acompañada por el canto ‘Tu es Petrus’ entonado por el coro de la Capilla Sixtina, en el cual participaron niños de otros coros famosos de confesiones cristianas.

Como es la tradición, en ocasión de esta festividad, estaba presente una delegación del patriarcado ecuménico de Constantinopla, guiada por la delegación enviada por Bartolomeo I, a quienes el Santo Padre saludó apenas ingresó en la basílica.

En su homilía, el pontífice señaló las llaves que Jesús promete a san Pedro, “para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo a la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende”.

Francisco destacó que la lectura de los Hechos de los Apóstoles presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y el de la casa de María, madre de Juan, llamado Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

El Papa afirmó que la oración se presenta como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el riesgo de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; y salida para Pedro, que al comienzo de su misión es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte.

“La oración como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios”, sostuvo.

El Obispo de Roma advirtió que la tentación que existe en la Iglesia de encerrarse en sí misma de cara a los peligros, por lo que subrayó: “La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría”.

“Y podemos añadir de la división a la unidad”, sostuvo en esta ocasión, y ante la delegación enviada por el “querido” Patriarca Ecuménico Bartolomé, el papa llamó pasar de la división a la unidad.

“Una fiesta de comunión para toda la Iglesia como pone de manifiesto la presencia de los arzobispos metropolitanos venidos para la bendición de los Palios, que les serán impuestos por mis representantes en sus respectivas sedes”, agregó.

Francisco concluyó pidiendo que “los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con alegría, experimentando la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos”.

Homilía de la misa celebrada con motivo de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierre -apertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende (cf. Mt 23, 13).

La lectura de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11) nos presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y – en el contexto cercano de nuestro pasaje – el de la casa de María, madre de Juan, llamado Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

Con respecto a los encierros, la oración aparece como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el peligro de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; salida para Pedro, que al comienzo de su misión que le había sido confiada por el Señor, es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. Y mientras Pedro estaba en la cárcel, «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y el Señor responde a la oración y le envía a su ángel para liberarlo, «arrancándolo de la mano de Herodes» (cf. v. 11). La oración, como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios. Es la gran vía de salida de las cerrazones.

También Pablo, escribiendo a Timoteo, habla de su experiencia de liberación, la salida del peligro de ser, él también, condenado a muerte; en cambio, el Señor estuvo cerca de él y le dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo su trabajo de evangelizar a los gentiles (cf. 2 Tm 4,17). Pero Pablo habla de una «apertura» mucho mayor, hacia un horizonte infinitamente más amplio: el de la vida eterna, que le espera después de haber terminado la «carrera» terrena. Es muy bello ver la vida del Apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por élque lo salvará llevándolo a su reino celestial» (cf. v. 18).

Volvamos a Pedro. El relato Evangélico (Mt 16,13-19) de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ‒como la vida de cada uno de nosotros‒ se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe.

Entonces, Simón se pone en el camino –un camino largo y duro– que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: «yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague» (Lc 22,32). Es igualmente decisiva la mirada llena de compasión del Señor después de que Pedro le hubiera negado tres veces: una mirada que toca el corazón y disuelve las lágrimas de arrepentimiento (cf. Lc22,61-62). Entonces Simón Pedro fue liberado de la prisión de su ego orgulloso, de su ego miedoso, y superó la tentación de cerrarse a la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz.

Como ya he dicho, en el contexto inmediato del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, hay un detalle que nos puede hacer bien resaltar (cf. 12.12-17). Cuando Pedro se encuentra milagrosamente libre, fuera de la prisión de Herodes, va a la casa de la madre de Juan, llamado Marcos. Llama a la puerta, y desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a su señora. El relato, que puede parecer cómico, y que puede dar inicio al llamado complejo de Rode, nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa, y cerrada también a las sorpresas de Dios. Pedro llama a la puerta: “¡Mira!”. Está la alegría, está el miedo… “Pero. ¿abrimos, no abrimos?”. Y él corre peligro, porque la policía puede tomarlo… Pero el miedo hace que nos detengamos, ¡nos detiene siempre! Nos cierra, nos cierra a las sorpresas de Dios.

Este detalle nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: decerrarse en sí misma de cara a los peligros. Pero incluso aquí hay un resquicio a través del cual puede pasar a la acción de Dios: dice Lucas que en aquella casa, «había muchos reunidos en oración» (v. 12). La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de los Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes.

Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con la alegría, experimentar la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos.+

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