Mons. Castagna: “La llave del triunfo en la vida política y social es la humildad”

Mons. Castagna: “La llave del triunfo en la vida política y social es la humildad”

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Corrientes (AICA): “La llave del triunfo, en todo el ámbito de la vida política y social, es la humildad: para reconocer los propios límites, para detectar y corregir los inevitables errores, para entablar un diálogo sereno y, si es posible patriótico y fraterno, para disponer de la honestidad intelectual que permita reconocer la verdad donde se insinúe y para respetar al más adversario de los oponentes”, aseguró el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “los sabios son humildes, y la modestia les ofrece la capacidad de inquirir, investigar y rectificar los métodos de aprendizaje de la verdad que pretenden formular”, e indicó que “no sentirse dueños de la verdad se inspira en una práctica efectiva de la humildad”.

“Cuanto menos humildad, mayor distanciamiento de la verdad. Es aquí donde aparece la inconsistencia de sistemas totalitarios, causantes de miserias e infortunios en pueblos, virtualmente prósperos”, advirtió en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado sostuvo que “la llave del triunfo, en todo el ámbito de la vida política y social, es la humildad: para reconocer los propios límites, para detectar y corregir los inevitables errores, para entablar un diálogo sereno y, si es posible patriótico y fraterno, para disponer de la honestidad intelectual que permita reconocer la verdad donde se insinúe y para respetar al más adversario de los oponentes”.

“Jesús, poniéndose en nuestro lugar, al encarnarse realmente, nos abre el camino del conocimiento de la verdad y, para ello, nos exhorta a ser como Él y aprender del Padre lo que nos urge retrasmitir en diálogo con nuestros conciudadanos y hermanos. La soberbia es el mal que empuja a la sociedad a la destrucción. Dios salva al pueblo escogiendo a sus humildes, para que recupere - por ellos - la orientación al Bien y a la Verdad”, diferenció.

Texto de la sugerencia

1.- Amonestación oportuna. Jesús viene a cambiar el corazón, afirmábamos hace dos domingos. Lo hace por la acción del Espíritu, que es el Artífice insustituible en la construcción del hombre nuevo, del que Cristo es causa y modelo. Como es habitual en Él, no se detiene en la doctrina bien formulada; con sus gestos directos y simples abre caminos de comportamientos nuevos. Al observar los irrefrenables movimientos de quienes buscan ocupar los puestos de prestigio, les advierte: "Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar...". " Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio...". "Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". (Lucas 14, 8-13). Existe un ánimo falsificador en todo intento de situarse en el lugar que no corresponde. Decía una Doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, que "la humildad es la verdad". Se deduce que la soberbia, como opuesta a la humildad, es una vergonzosa falsificación. Es tan corriente y habitual, ese intento de aparecer importante, que se halla gradualmente incorporado en las relaciones de casi todas las personas. En algunos circulos se lo considera legítimo, hasta virtuoso. Proponerse ser el primero resulta de la intención de competir para eliminar adversarios. Otra cosa es desarrollar, hasta la perfección, los dones y carismas recibidos, ya que la finalidad de los mismos es el bien común.

2.- La humildad es la base de una buena convivencia. El propósito de Jesús, al formular tales recomendaciones, es proyectar su virtuoso comportamiento sobre las posibilidades éticas de quienes lo escuchan. Se apoya en una argumentación de aparente conveniencia práctica: "Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más ', y así quedarás bien delante de todos los invitados". (Lucas 14, 10). Pero su mensaje trasciende lo que expresa y abre un panorama superior. La conducta sugerida corresponde a la práctica de una virtud incomprensible para el mundo, pero fundamental para la construcción del hombre nuevo, nacido del Evangelio. La humildad está en la base de la espiritualidad cristiana. Es innegable la predilección que la Escritura otorga a la virtud de la humildad. Es cierto, como enseña San Pablo, que la caridad "no pasará jamás", y lo confirma resaltándola entre las otras: "En una palabra, ahora existen tres cosas (virtudes): la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor". (1 Corintios 13, 13). Pero la humildad es la condición absolutamente necesaria para llegar al amor. Dios prefiere a los humildes como transmisores de sus misterios, porque los transparentarán con absoluta fidelidad. La fidelidad, que nace de la humildad, es amor. No es fácil que se preste atención a esta perspectiva evangélica, en un mundo donde vige la distorsión y el fraude. No obstante aparecen seres excepcionales que regulan sus compromisos temporales en un total acuerdo con esta visión y estilo de vida. Me refiero a los Santos. Constituyen el germen de la nueva humanidad, inaugurada por Jesús - el Hombre perfecto - creado "en justicia y santidad". A medida que nos acercamos existencialmente a Él, nos renovamos y nuestro mundo se renueva. Se necesitará recorrer un sendero de purificación, en el que el mal - el pecado - será definitivamente erradicado y el amor vencerá al egoísmo y a la muerte.

3.- No hay convivencia cívica sin diálogo honesto. Los sabios son humildes, y la modestia les ofrece la capacidad de inquirir, investigar y rectificar los métodos de aprendizaje de la verdad que pretenden formular. No sentirse dueños de la verdad se inspira en una práctica efectiva de la humildad. Cuanto menos humildad, mayor distanciamiento de la verdad. Es aquí donde aparece la inconsistencia de sistemas totalitarios, causantes de miserias e infortunios en pueblos, virtualmente prósperos. La llave del triunfo, en todo el ámbito de la vida política y social, es la humildad: para reconocer los propios limites, para detectar y corregir los inevitables errores, para entablar un diálogo sereno y, si es posible patriótico y fraterno, para disponer de la honestidad intelectual que permita reconocer la verdad donde se insinúe y para respetar al más adversario de los oponentes. Jesús, poniéndose en nuestro lugar, al encarnarse realmente, nos abre el camino del conocimiento de la verdad y, para ello, nos exhorta a ser como Él y aprender del Padre lo que nos urge retrasmitir en diálogo con nuestros conciudadanos y hermanos. La soberbia es el mal que empuja a la sociedad a la destrucción. Dios salva al pueblo escogiendo a sus humildes, para que recupere - por ellos - la orientación al Bien y a la Verdad.

4.- Construir el presente respetando el pasado. Cuando la soberbia predomina, se multiplican las agresiones y los conflictos no se resuelven. Lo observamos día a día. No logramos reconocer el error en que estamos empantanados y la necesidad urgente de producir un cambio sustancial. Existe cierto empecinamiento al sostener personales o grupales posiciones como si fueran la expresión de la única y absoluta verdad. De esa manera se suprime el valor de la "continuidad", y se niega reconocer, humilde y sensatamente, los bienes recibidos del pasado. Cuando no se aprenden las lecciones del pasado, se reiteran y agravan los errores que entonces se cometieron. Cuando yo era estudiante de latin se repetía una frase - en un latin poco ciceroniano - que decía así: "intellectus apretatus discurrit" (el entendimiento urgido piensa). Lo aprendido dolorosamente por nuestros mayores debe ser respetado - o no olvidado -; esto no es lo mismo que permanecer anclados en el pasado. En cada pueblo, y en el mundo, existe un depósito cultural y espiritual que debe ser conservado con cuidado, es decir, convenientemente enriquecido con los legítimos aportes del presente. El progreso consiste en actualizar y enriquecer ese patrimonio, no en destruirlo.+

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