En la fiesta de la Merced, Mons. Stanovnik exhortó a cuidar la identidad correntina

En la fiesta de la Merced, Mons. Stanovnik exhortó a cuidar la identidad correntina

Corrientes (AICA): Durante la celebración eucarística en honor a Nuestra Señora de La Merced, el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, llamó a los correntinos a “cuidar sus raíces”, sin “frizarlas”, sino “incorporando todo lo que es bueno para el hombre, sin miedos de abrirse y dialogar”.
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, presidió la celebración eucarística en honor a Nuestra Señora de La Merced, patrona de la ciudad de Corrientes, el domingo 24 de septiembre, con el lema “María nos acompaña en nuestra historia”.

La misa -concelebrada con los sacerdotes de esta ciudad- contó con una fervorosa multitud de fieles, además de la presencia del vicegobernador Gustavo Canteros, numerosas autoridades provinciales y nacionales, de las Fuerzas Armadas y docentes y alumnos de establecimientos educativos.

A las 16, con repique de campanas, inició la procesión con la imagen de la Virgen por las calles de la ciudad, encabezada por monseñor Stanovnik, sacerdotes, diáconos, seminaristas, monaguillos y alumnos.

Desde sus casas, como es tradición en Corrientes, las familias esperaban pacientes el paso de la imagen de la Virgen, recibiendo la bendición del arzobispo. Al llegar a la Plaza 25 de Mayo, monseñor Stanovnik presidió la Eucaristía.

“Somos un pueblo mariano por origen, por devoción y por convicción”, señaló el prelado en la homilía y pidió “cuidar las raíces” del pueblo, porque “son la matriz de su identidad”. El arzobispo indicó que “cuidarlas no quiere decir ‘frizarlas’, sino mantenerlas vivas para que sean una fuente constante de crecimiento y evolución”.

“Hoy, el gran desafío está en la capacidad de permanecer fieles a nuestras raíces cristianas y, a la vez, progresar incorporando todo lo que es bueno para el hombre, sin miedos de abrirse y dialogar con todos aquellos que están dispuestos a convivir y enriquecerse mutuamente con sus diferencias”, afirmó.

Monseñor Stanovnik explicó que el espíritu del mal, “se distingue porque separa, confunde y engaña con propuestas blandas y atractivas”. “A nosotros nos corresponde discernir aquello que es de Dios y que proviene del Espíritu de Jesús Resucitado, y diferenciarlo de la actividad que despliega el espíritu del mal. A este lo podemos descubrir muy activo a cada paso de nuestra vida personal y colectiva”, manifestó.

Y ejemplificó que esto ocurre cuando recurrimos a la violencia física, moral o psicológica para resolver conflictos, cuando no protegemos la estabilidad del matrimonio entre un varón y una mujer, cuando perjudicamos a la mujer embarazada y al niño que está gestando, atribuyéndonos el derecho a decidir quién vive y quién no, entre otras situaciones en las que se prescinde “de cualquier referencia a los valores humanos y cristianos, que constituyen el andamiaje fundamental de nuestro modo de ser en este mundo, de relacionarnos, de trabajar y de celebrar las fiestas”.

“El espíritu de Dios se hace notar donde hay deseos sinceros de tolerancia y de diálogo; de perseverancia en la búsqueda del bien del otro, renunciando definitivamente al odio y la venganza; en el persistente esfuerzo por encontrar caminos de verdad, de justicia, de reconciliación y de paz, indispensables para que un pueblo incluya a todos sus ciudadanos, y progrese de tal modo que todos puedan beneficiarse, empezando por los más débiles y alejados de los bienes comunes”, agregó.

“El patronazgo que ejerce María, Madre de Dios y de los hombres, bajo la tradicional advocación de La Merced, es decir, Madre de la misericordia, nos configura como un pueblo cristiano que, en su diversa y enriquecida historia, no perdió nada de bueno y de valioso que le aportaron los diversos grupos humanos que la fueron conformando. Nos sentimos felices y agradecidos por esta herencia que hemos recibido”, destacó. “Pero al mismo tiempo, la debemos proteger y desarrollar, revitalizando constantemente la práctica de nuestra vida cristiana con la oración, los sacramentos, y los gestos de caridad y misericordia con nuestro prójimo”, continuó.

“Encomendemos filialmente a Nuestra Señora de La Merced a nuestro pueblo y a sus gobernantes y pidámosle que nos cuide y nos ayude a ser un pueblo creyente, fraterno y solidario con todos”, concluyó. +

Texto completo de la homilía

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