“Preservar el bien precioso del agua”, pidió el Papa

Mayor atención y responsabilidad internacional sobre el tema del cambio climático y políticas hídricas que ayuden a los pobres, es el centro del mensaje del papa Francisco, que leyó el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, en la Cumbre Internacional del Agua y el Clima que se celebra en Roma del 23 al 25 de octubre en la Sala de Campidoglio con el tema: “Los grandes ríos del mundo comparados”.

En su discurso, el Secretario de Estado vaticano subrayó que el agua es “causa potencial de conflicto o de solidaridad, sobre todo en donde hay recursos hídricos compartidos por dos o más estados”.

En su mensaje -leído por el cardenal Parolin al inaugurar la Cumbre- el papa Francisco “dirige su saludo” al congreso y desea que “los trabajos” se orienten hacia identificar “vías mediante las cuales preservar el don precioso del agua para el futuro de la humanidad. Su deseo es que el compromiso conjunto para sensibilizar la conciencia de la comunidad internacional sobre los problemas urgentes de las fuentes fluviales más importantes del mundo no solo lleve a soluciones prácticas sino que insista en la necesidad de un enfoque cada vez más integral en vista de la promoción del desarrollo y de una cultura del cuidado (“Laudato si’”, 231)”.

El pontífice “confía en que la amenaza que representa el cambio climático para nuestros hermanos y hermanas en los países más vulnerables pueda encontrar respuestas tempestivas y eficaces. Encomendando las deliberaciones del encuentro a la guía del omnipotente, Su Santidad invoca bendiciones de sabiduría y perseverancia para los participantes y para todos los que están comprometidos en que progrese una mayor atención por nuestra casa común”.

Card. Parolin: El agua como bien común de la humanidad
Al concluir la lectura del mensaje papal, el cardenal Secretario de Estado reflexionó “sobre algunos aspectos del encuentro de hoy sobre un recurso esencial como el agua, que, como sabemos, San Francisco en su Cántico de las criaturas, llama “hermana agua”, y la define muy “útil, humilde, preciosa y casta”.

“No es necesario, agregó el purpurado, por una parte, subrayar la importancia del agua, elemento indispensable para el ser humano en todos los campos de la vida, y, por otra, todos estamos conscientes de que el constante incremento de la demanda hídrica, exacerbada por el cambio climático, representa uno de los desafíos más serios de hoy para la comunidad internacional. Exige que todos aumentemos responsablemente los esfuerzos para profundizar exhaustivamente el tema del agua en sus diferentes acepciones”.

“Pienso, agregó el cardenal Parolin, en el agua como elemento esencial para la vida humana y para los ecosistemas terrestres y acuáticos, que envía a ese derecho humano al acceso al agua cada vez más debatido en diferentes foros. El acceso al agua forma parte, efectivamente, de los derechos inajenables del ser humano, porque representa un pre requisito para el ejercicio de gran parte de los demás derechos como el derecho a la vida, a la alimentación y a la salud”.

En esta óptica, “la gestión del agua como bien común de la humanidad debe permitir que todos accedan a ella, sobre todo los que viven en condiciones de pobreza”. El agua, recordó el Secretario de Estado del Vaticano, es un elemento al que “no pocas regiones atribuyen un valor espiritual y simbólico, se piense, por ejemplo, en el papel de purificación tan delineado en muchas religiones”.

El agua, insistió, también es “un factor fundamental para el desarrollo: la falta de agua o su mala administración, efectivamente, es un factor que limita el desarrollo humano incluso en presencia de otros factores, como el trabajo, la tierra, los recursos minerales. La falta o la mala administración del agua impiden una vida decente: la agricultura, la ganadería, las actividades productivas, las condiciones higiénicas adecuadas que implican inequidades o migraciones forzadas. El agua también es elemento distributivo de la vida en la tierra mediante diferentes fenómenos naturales extremos vinculados con su abundancia o con su falta, fenómenos que, desgraciadamente, se miden con mayor intensidad y frecuencia. El agua como causa potencial de conflicto o de solidaridad, sobre todo en donde hay recursos hídricos compartidos por dos o más estados”.

Sobre estos dos últimos puntos el cardenal se detuvo a reflexionar, es decir sobre “el vínculo entre el agua, el clima y la gestión de los recursos hídricos compartidos”. “Hablando sobre el vínculo entre el agua y el clima no se puede no constatar que el problema del agua como factor limitante del desarrollo se acentúa aún más con el problema del cambio climático que incide en el ciclo hidrogeológico y depende no solo de elementos naturales, sino también de actividades antropológicas nunca resueltas que pueden crear alteraciones y desequilibrios en el mismo ciclo; se piense, por ejemplo, en la contaminación de las faldas acuíferas y de los ríos, o en la destrucción de los bosques. Por lo demás, existe un fuerte nexo entre el cambio climático y los desastres relacionados con el agua: se estima que alrededor del 90% de los principales eventos extremos que han sucedido en los últimos 30 años se relaciona con el agua. En esta perspectiva, una cuidadosa gestión de los recursos hídricos representa uno de los principales instrumentos para promover la resistencia al cambio climático”.

“En segundo lugar, el agua puede ser objeto de conflicto y contiendas. Son cada vez más difundidas las llamadas guerras por el agua, sobre todo en presencia de ríos, lagos o fuentes hidrográficas compartidas por dos o más naciones. Al adoptar un clarividente cambio de perspectiva, el agua puede ser vista como elemento de colaboración y un elemento de diálogo, como ocasión de paz y de solidaridad mediante iluminados y responsables acuerdos políticos o tecnológicos de gestión anticipada, basada en el valor precioso del compartir. Los recursos hídricos transfronterizos ofrecen, efectivamente, oportunidades tanto de competencia y de conflicto, pero también de cooperación y solidaridad, puesto que representan un factor clave para la estabilidad económica de cada estado. En la segunda mitad del siglo XX se negociaron más de 200 tratados sobre el agua, demostrando, a menudo, que la cooperación transfronteriza es un válido ejemplo de prevención a largo plazo de los conflictos, puesto que los países dotados de iniciativas en este ámbito raramente han recurrido a la guerra”.

Según el cardenal Parolin, “son, pues, necesarios nuevos enfoques sobre el agua de carácter legislativo, político, institucional, económico, técnico, ético y, por lo tanto, también educativo y cultural, basados en la conciencia de que la cuestión hídrica exige una visión a largo plazo en la óptica de la ecología integral indicada, tan bien delineada por el Papa Francisco en la “Laudato si’”. Es necesario asumir el compromiso de incluir la cuestión en todas las discusiones que se desarrollan en la arena global”.

“En los próximos años serán necesarias nuevas inversiones tanto para aumentar la resilencia y reducir los riesgos de desastres naturales, como para favorecer la promoción de un desarrollo humano e integral real. Es un bien que el acceso al agua y la gestión integrada de los recursos hídricos sean elementos centrales en las discusiones que pretenden determinar tales inversiones. La necesidad de identificar enfoques innovadores exige, además, una nueva forma de cooperación entre el sector público y privado, y nuevos modelos de asociación en el ámbito de una planificación hídrica racional en la que hay que tener en cuenta fenómenos como el cambio climático, la difusión y asimilación de información entre la población, la modificación a largo plazo de comportamientos y del uso del agua. Como base para estos enfoques, habrá que dar prioridad a satisfacer las necesidades hídricas de los pobres mediante políticas hídricas pro-pobres, así como con la revitalización del ámbito local, promoviendo la descentralización, es decir la subsidiariedad, dando valor a los conocimientos y a las experiencias de las comunidades locales”.

“Espero –concluyó el Secretario de Estado vaticano– que de este encuentro puedan surgir nuevos elementos para desarrollar estas formas de diplomacia transfronteriza basadas en el agua”. +

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