Mons. Ñáñez: La respuesta tiene que ser siempre un sí a la vida

Mons. Ñáñez: La respuesta tiene que ser siempre un sí a la vida

El arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, aseguró que termine como termine el debate por el aborto, la postura de la Iglesia es “un sí a la vida de la madre y del niño por nacer”, pero pidió no descuidar otros aspectos como la atención de la mujer embarazada y el tema de la adopción.

En una entrevista concedida a Misioneros Digitales Católicos, el prelado consideró que los católicos tienen que tener una actitud “de misericordia” y “acompañamiento” de la mujer que se practica un aborto, y habló también del próximo XI Sínodo Arquidiocesano de Córdoba.

Asimismo, hizo un balance de su gestión pastoral tanto de sacerdote como obispo, destacó el “impacto positivo” que ha tenido el pontificado de Francisco, al punto –evaluó- que “ha revertido la imagen de la Iglesia”, y también del aporte del Gobierno a la Iglesia.

-Dentro de tres años, en 2021, Ud. cumplirá 50 años como sacerdote y 75 de edad. Y como está previsto, presentará la renuncia como obispo. Teniendo en cuenta este dato, me gustaría saber si anhela ese momento. ¿Desea que llegue ese día para retirarse y descansar?
-Yo diría que más que para descansar, ese momento significa que ha llegado la hora de dejarle el lugar a otra persona que pueda continuar la tarea. Porque necesariamente con el pasar del tiempo las fuerzas disminuyen y también la creatividad es menor: Entonces todo proceso de cambio y renovación es fructífero para la comunidad y el propio interesado. Al respecto, hace poco el papa Francisco invitaba a los obispos a medida que se acercaba la fecha del retiro ir pensando un proyecto de vida para después del servicio de gobierno; sin dejar de tener la disponibilidad de que si el Papa pide una prolongación, estar en condiciones de postergar el proyecto personal.

-Es decir que nos retiramos de la primera línea pero seguimos sirviendo.
-Por supuesto. Uno deja las responsabilidades de gobierno pero sigue sirviendo como sacerdote. Entonces, hay un montón de posibilidades, como el acompañamiento de personas, el sacramento de la reconciliación, la celebración de la Eucaristía, con las cuales uno puede seguir acompañando en la tarea pastoral.

-¿La tarea de gobierno le quita tiempo al sacerdote?
-No. Es una parte de la responsabilidad que uno tiene. En el caso de un obispo, una diócesis. En el caso del párroco, una parroquia. Cuando se dejan esas responsabilidades hay un cierto alivio pero también una mayor disponibilidad de tiempo para ejercer el ministerio: Pero yo ahora en medio de las responsabilidades de gobierno tengo la posibilidad del ejercicio del ministerio, la celebración, incluso el acompañamiento de las personas.

-Una creencia popular dice que cuando a un sacerdote se lo nombra obispo, éste pierde el contacto con el pueblo. ¿Es así?
-Al ser obispo se modifica un poco; pero si yo tuviera que hacer un resumen de mis contactos la inmensa mayoría son contactos pastorales. Encuentros con instancias políticas, autoridades de gobierno, son menores. Repito. La mayoría de mis contactos son pastorales, con colaboradores, agentes pastorales o fieles que piden una entrevista. Lo otro está limitado y también procuro que tenga un sentido de servicio.

-¿Por qué un día respondió al llamado de Dios y se hizo sacerdote?
-A través de un proceso de discernimiento fui descubriendo signos de vida que me invitaban a un seguimiento del Señor con este servicio. Empecé a pensar en esto porque un sacerdote me lo propuso. Recuerdo que estaba en cuarto año del secundario y él conversando conmigo me lo planteo y a partir de ahí, durante un año y medio, más o menos, fui analizando y meditando los signos y decidí ingresar al seminario que es un lugar de profundización de los signos. No necesariamente el que ingresa al seminario termina ordenándose sacerdote. A lo largo de mis años de formación fui descubriendo que los signos que habían estado al principio seguían y se profundizaban. Entonces, interpretando que Dios me llamaba y teniendo la autorización de la Iglesia acepté ser sacerdote.

-Más allá del impacto de la frase pronunciada por el papa Francisco, ¿qué se puede hacer en concreto para que la Iglesia tenga pastores con olor a oveja?
-Eso se logra estando, me parece a mí, cerca de la gente. Teniendo la firmeza y la sutileza de no caer en las tentaciones de la figuración o del poder que se presentan en la vida de un sacerdote o un obispo. En esto el papa Francisco ha sido claro: el sentido de la autoridad es para el servicio. En cuanto no haya una actitud de servicio uno se tiene que preguntar qué estoy buscando acá.

-¿Cómo maneja usted el hecho de ser el Arzobispo de Córdoba? Se lo pregunto pues he vivido la experiencia de su visita a mi parroquia y eso se convierte en todo un acontecimiento para la comunidad parroquial.
-Lo vivo con sencillez. No porque uno tenga un lugar de preferencia como lo marca la liturgia se crea que es superior a los demás. Uno es un servidor y punto. Tiene que tratar que su vida esté en consonancia con una actitud de servicio. No soy un personaje para que me rindan pleitesía. Quiero ser un servidor. Y si hay una parroquia que se prepara especialmente porque va de visita el obispo, yo lo tomo como un gesto de respeto y de expresión de caridad.

-Es común que en las misas se pida por las vocaciones religiosas. En este aspecto, ¿en qué situación nos encontramos? ¿Hay sólo falta de vocación a la vida religiosa o falta de vocación en general?

-Creo que es un fenómeno complejo pero lo cierto es que las vocaciones religiosas han disminuido considerablemente. Ahora las causas son múltiples; difícilmente se puede atribuir a una sola. Hay un punto que me parece importante y es que en la cultura de hoy, donde se resalta lo transitorio, es difícil pensar en un compromiso de carácter permanente. Por otra parte, tenemos que encontrar el lenguaje adecuado para demostrar que es una real posibilidad; y nosotros, los religiosos, tenemos que dar el testimonio de que habiendo hecho esa elección y compromiso no nos sentimos agobiados y amargados por eso. En mi caso, tengo ahora 47 años de sacerdote y la verdad es que he sido y soy muy feliz.

-A cinco años de su nombramiento como Papa, ¿cuál es el impacto de Francisco en la Iglesia argentina?

-Creo que los gestos del Papa Francisco son de un impacto positivo que la mayoría de las personas lo perciben directamente con sencillez. Pero entre nosotros, en la Argentina, se da la característica, también, de que ciertas cosas se buscan interpretar con intereses, con miradas parciales y de eso no ha estado ausente, ciertas interpretaciones mediáticas que me parece no han sido lo suficientemente objetivas Y que han incidido sobre la figura del Papa.

-¿Francisco era el Papa que hoy necesitaba la Iglesia?
-Entiendo que sí. Porque la verdad es que por diversas circunstancias, que es complejo analizar en pocas palabras, al final del pontificado de Benedicto XVI la imagen de la Iglesia estaba muy cuestionada. En poco tiempo, la figura, los gestos, la enseñanza de Francisco, revirtió esa situación. Recuerdo que en un encuentro con otros sacerdotes, uno de ellos me mostró el artículo de un diario español donde señalaba que a los tres meses de haber sido elegido, se estimaba que Francisco había revertido la imagen de la Iglesia. Y creo que en ese sentido no es indiferente el dato que sea latinoamericano. Ha sido un sacudón pero también un hecho providencial porque el cristianismo en América Latina tiene algunos rasgos que me parece a mí que son, digamos de un mayor entusiasmo de lo que a veces se está percibiendo en Europa. Alguna vez, creo que incluso el Papa Benedicto habló de un cierto cansancio en Europa, como un envejecimiento. Latinoamérica tiene vitalidad, juventud.

-¿Qué evaluación hace de la Marcha por la vida que tuvo lugar en la ciudad de Córdoba y en el resto de Argentina, el pasado Domingo de Ramos, y cuáles son los próximos pasos de la Iglesia respecto al tratamiento en el Congreso de la Nación Argentina del proyecto de ley para despenalizar el aborto?
-Valoro grandemente las manifestaciones que ha habido, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en el interior del país. Que son expresiones de la ciudadanía. Sinceramente no sé cómo va a terminar el debate. Termine como termine, la postura de la Iglesia es neta en este sentido. No al aborto y un sí a la vida de la madre y del niño por nacer. De los dos. Quizá en este momento, y yo lo he pensado así, una de las cuestiones importantes es prestar atención no solamente al niño por nacer sino a la madre que está embarazada. Sea que experimente dificultades o que haya sido víctima de una cuestión que le haya impuesto el embarazo, pongamos una violación. Es decir, cómo se la acompaña afectivamente, psicológicamente, económicamente, medicamente, para que pueda tener un embarazo normal, pueda dar a luz. También un tema que me parece importante es profundizar el tema de la adopción. Por un lado se plantea estas cosas y por el otro se sabe de personas, más bien de matrimonios, que quieren adoptar y que hay toda una serie de trámites y trabas que hacen muy difícil esto. Ahora y aunque es cierto que la adopción no puede ser tomada a la ligera, me parece que a veces hay trámites prolongadamente exagerados. Que hacen que haya personas que estén cuatro cinco años esperando una adopción, siendo que se podría con todos los cuidados agilizarlo un poco, de forma tal que una madre que siente que no puede tener a su hijo, lo confíe al cuidado de un matrimonio que sí puede acompañar esa nueva vida.

-¿Qué actitud tiene que tener el católico ante la mujer que aborta?
-Una actitud de misericordia. Porque no sabemos qué circunstancias personales y aún dramáticas han llevado a que esa mujer tome esa determinación. La actitud tiene que ser de acompañamiento, de comprensión, para que esa persona pueda recuperarse de una experiencia tan dura.

-En los últimos tiempos hubo en la Argentina, una intensa discusión acerca del aporte del Gobierno nacional a la Iglesia Católica. ¿Podría la Iglesia sostenerse sin el aporte del Estado?
-Es un tema que tiene diversas facetas y hay que buscar de no simplificarlo exageradamente. En un determinado momento se hizo una evaluación de cuánto importaba el aporte que el Estado daba a la Iglesia y representaba el 0,02 por ciento del presupuesto, ni siquiera el 1%. Ahora he escuchado, no lo he podido certificar, que a su vez el aporte del Estado a la Iglesia significa el 7% de lo que gestiona la Iglesia O sea que la inmensa mayoría de los aportes proviene de los fieles y de recursos genuinos de la Iglesia. De manera tal que el aporte que el Estado realiza tiene su importancia, su valor, pero si eso un día se acabara, la Iglesia no va a dejar de existir ni de cumplir con su tarea. La providencia dispondrá otros caminos. Con respecto a los obispos, éstos no reciben un sueldo sino una asignación que se la distribuye de acuerdo a diversos criterios. En mi caso esa asignación pasa a un fondo común del Arzobispado. En lo personal vivo con aportes que generosamente fieles y otras personas realizan. Y me siento muy tranquilo y muy feliz con eso.

- ¿Qué representa para la Iglesia de Córdoba la realización este año del Sínodo Arquidiocesano, el undécimo en sus cuatrocientos años de historia? ¿Y qué espera usted en lo personal?
-Es una asamblea convocada por el obispo que tiene por objeto estudiar un tema que propone el obispo luego de hacer una serie de consultas, en orden a que la asamblea haga sugerencias que ayuden al obispo en el gobierno. Es decir que las propuestas que hace el sínodo tienen que ser discernidas y asumidas por el obispo y convertidas en orientaciones o incluso en leyes que lleven adelante la tarea en la diócesis. Para este XI Sínodo hemos elegido como tema el primer anuncio del Evangelio. ¿Qué queremos decir con esto del primer anuncio? Recordar que Jesucristo vino por nosotros. Se ofreció por nosotros en la cruz. Murió pero resucitó. Que en su resurrección tenemos la muestra de que Dios nos quiere, nos perdona, que quiere comunicarnos la abundancia de su vida. Y es fundamental encontrar el lenguaje justo para proclamarlo. Ver a quiénes tiene que hacerse ese primer anuncio. En definitiva a todos; pero por ahí puede haber algunas recomendaciones especiales. Esto es lo que yo espero del sínodo. Ojalá, que vaya señalando cómo hay que hacerlo; dónde hay que hacerlo; a quiénes; quiénes tienen que hacerlo; porque se piensa que lo tienen que hacer los curas y no necesariamente tiene que ser así.

-Es decir que también los laicos, especialmente los padres, tienen que hacer el primer anuncio.
-Exacto. Para mí es conmovedor ver cómo los papás y las mamás le van enseñando al hijo las cuestiones de la fe: El hijo tiene el don de la fe por el bautismo y ellos van cultivando esa semilla. Yo he visto a los padres que le explican al hijo de cinco o seis años lo que es la participación en la misa, lo que significa la consagración, por ejemplo. Ese es un primer anuncio que se va haciendo en las familias. Ya se ha dicho que esta cadena de la transmisión de la fe se ha debilitado o interrumpido. Hay lugares donde no se habla de las cosas de la fe. Que no sólo es adquirir conocimiento sino tener la experiencia de una relación personal con Jesucristo. Por ejemplo, a mí en mi casa desde las convicciones cristianas me enseñaron a ser respetuoso de las creencias de otras personas en sus distintas denominaciones. Mis padres me enseñaron que para ser coherentes con lo que yo creía como cristiano, tenía que ser respetuoso de la fe de los judíos, y de aquel otro que profesara otra fe, de sus orígenes y creencias. Porque tener una fe incide en tu conducta. La fe te mueve a conducirte de un determinado modo.

Informes: www.misionerosdigitales.com.+

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