En el documento, los miembros del CEC aseguraron que se está “ante un sinfín de encrucijadas que nos dejan perplejos, sin saber qué camino o postura tomar, además de expresar su cercanía con los docentes que demandan un salario digno y comprender la angustia de “tantos padres que reclaman, porque la necesaria habitualidad de la enseñanza formal y sistemática está cortada”.
“Nuestros niños, jóvenes y adolescentes son nuestra mayor tristeza; la razón de nuestro ser docentes son ellos… y hoy ellos se encuentran sin nosotros. Nos descubren ensimismados en nuestras aflicciones y haciéndolos parte de la disputa”, advirtieron.
“Nuestros idearios, nuestra vocación clama por ellos, por volver a la transmisión ordenada, al compartir sistemático… nuestra sabiduría de tantos años en el aula nos hace saber que no puede salir nada bueno de chicos todo el día en su casa, o en la calle; somos conscientes que a veces es la escuela el único lugar de contención que estimula la responsabilidad, les llena el día y le da sentido a la vida”, agregaron.
El CEC estimó necesario que el tiempo de vacaciones que comienza “sirva a todos para pensar cómo conquistar derechos sin arrebatárselos a otros; cómo pelear por causas justas sin caer en el grito destemplado, la desautorización fácil, el juicio calumnioso”.
Texto del comunicado
A nuestra querida comunidad educativa;
Docentes, no docentes, padres y alumnos:
Terminamos un semestre que ha estado lleno dificultades y tensiones, y no queremos cerrarlo con la sensación del alivio que supone dilatar soluciones o tapar problemas. Estamos ante un sinfín de encrucijadas que nos dejan perplejos, sin saber qué camino o postura tomar.
Al reunirnos a compartir experiencias, rezar y pedir el don de discernimiento, percibimos que hay una preocupación común, un dolor lacerante que nos atraviesa a todos: el quiebre en la unidad de nuestras comunidades educativas. En el capítulo 5 de su carta a los Gálatas, San Pablo le decía a esa querida comunidad: “Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros.”(vv.15)… y por momentos hemos sentido que eso nos empezaba a suceder.
Es claro, y cercano a nuestro corazón, el reclamo de los docentes: los nuestros y los de toda la educación pública. Siempre será poco el salario hasta que al menos no se equipare – por su importancia en la edificación del país – a otros escalafones de la función pública; y a eso se le agrega el pago diferido, y la renuencia a una negociación que tenga una clara disposición a beneficiar a los docentes… y entendemos que a veces se agotan las instancias de diálogo.
También comprendemos la angustia de tantos padres que reclaman, porque la necesaria habitualidad de la enseñanza formal y sistemática está cortada. Sabemos que eso dificulta los procesos de aprendizaje. A eso se le suman todos los inconvenientes que supone tener a los niños en el hogar cuando los adultos trabajan, seguir sosteniendo transportes, o incorporar nuevos gastos por el cuidado de los niños, etc. Entendemos el enojo y el deseo de una rápida solución a muchas de nuestras familias que también – al igual que nuestros docentes – pasan por aprietes económicos y sostener la opción por nuestras escuelas les supone mayores erogaciones.
Nuestros niños, jóvenes y adolescentes son nuestra mayor tristeza; la razón de nuestro ser docentes son ellos… y hoy ellos se encuentran sin nosotros. Nos descubren ensimismados en nuestras aflicciones y haciéndolos parte de la disputa. Nuestros idearios, nuestra vocación clama por ellos, por volver a la transmisión ordenada, al compartir sistemático… nuestra sabiduría de tantos años en el aula nos hace saber que no puede salir nada bueno de chicos todo el día en su casa, o en la calle; somos conscientes que a veces es la escuela el único lugar de contención que estimula la responsabilidad, les llena el día y le da sentido a la vida.
Nos sentimos apretados por todos lados… y nos parece una falacia tener que tomar partido. ¡No caigamos en esa trampa! Que este tiempo de vacaciones nos sirva a todos para pensar cómo conquistar derechos sin arrebatárselos a otros; cómo pelear por causas justas sin caer en el grito destemplado, la desautorización fácil, el juicio calumnioso.
La alianza formativa nos incluye a todos, pero comienza por recuperar la alegría por vernos, la admiración por lo que el otro hace, la confianza de saber que los demás piensan en nosotros y nunca querrían hacernos daño. Que sean días para sanarnos, para recuperar la convicción de estar todos en el mismo barco… y saber que el único Maestro – Jesús – nos quiere remando juntos… porque no hay posibilidades, sino, de llegar a la orilla.+
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