Monseñor Mestre, agradeció al Señor “por la presencia física y espiritual” del símbolo de fe por excelencia en Mar del Plata. Destacó la cantidad de visitas que recibe anualmente, de personas religiosas o no, “que de alguna manera encuentran en este lugar algo de paz, serenidad, profundidad algo que ayude a aquietar el espíritu”, manifestó. Agradeció también el trabajo de tantos hermanos que en estos 80 años, “han cuidado, tutelado, mejorado, protegido y embellecido para que pueda ser lo que es un lugar de encuentro con el Señor, la Virgen y con los hermanos”.
Con alusión al 9 de julio, Día de la Independencia argentina, agradeció por el “don de la Patria”, y resaltó “en medio de las tensiones, dificultades y conflictos a lo largo de tantos años que desde la fe podamos hacer nuestro aporte para el diálogo, la cultura del encuentro y para la justicia que necesitamos todos los argentinos y cada una de nuestras familias”.
“El Evangelio de la vida de nuestro Señor Jesucristo nos compromete, firme, clara y apasionadamente como nos pide el papa Francisco, a oponernos a cualquier intento legal que busque eliminar a los más pobres, a los más indefensos y necesitados que es la vida en el seno materno. También Jesús nos trae el Evangelio de la misericordia, nos recuerda el carisma, la presencia de las hermanas y voluntarios en el acompañamiento del hogar, ese Evangelio de la misericordia que ustedes queridos hermanos buscan vivir en el día a día en esta obra tan importante para nuestra ciudad, y tan difícil de sostener por las complicaciones que implican mantener este Evangelio de la misericordia, en este hogar”, resaltó el prelado.
Concluyó su homilía con las palabras “misericordia y vida”, para que marquen nuestro testimonio y compromiso por la Patria. “No porque queremos pelearnos con nadie, sino porque no podemos callar lo que hemos visto y oído, no podemos callar los elementos esenciales del evangelio de nuestro Señor Jesucristo”, finalizó.
Luego de la eucaristía, el obispo impartió una bendición especial en las manos a las religiosas, sacerdotes, voluntarios, personal del hogar de ancianos y enfermos crónicos, como símbolo y expresión de su entrega cotidiana, y su trabajo tan intenso en favor de la vida.
Una de las religiosas atienden la Gruta, la hermana Silvia, manifestó: “Hoy estamos recogiendo los frutos de la siembra que se hizo 80 años atrás. Realmente, tenemos la gracia y bendición que mucha gente de Mar del Plata ha acompañado los primeros pasos, a la Madre Concepción que fue la impulsora, y a los que se siguen acercando para escribir esta historia”.+
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