Los Diez Mandamientos transforman nuestro corazón con nuevos deseos

Ciudad del Vaticano (AICA): “En Cristo, y sólo en Él, el Decálogo deja de ser condenación y se convierte en la auténtica verdad de la vida humana, es decir, el deseo de amor, de alegría, de paz, de magnanimidad, de benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio”, dijo el papa Francisco en su última catequesis dedicada a los Diez Mandamientos, durante la audiencia general de hoy, celebrada en el Aula Pablo VI ante unas 7 mil personas.
“Concluimos hoy nuestro itinerario a través del decálogo y lo hacemos a modo de recapitulación. En primer lugar, brota en nosotros un sentimiento de gratitud a Dios, que nos ha amado primero, y se ha dado totalmente sin pedirnos nada a cambio”, comenzó diciendo el Santo Padre.

“Ese amor, agregó, invita a la confianza y a la obediencia, y nos rescata del engaño de las idolatrías, del deseo de acaparar cosas y dominar a las personas, buscando seguridades terrenales que en realidad nos vacían y esclavizan. Dios nos ha hecho sus hijos, ha colmado nuestro anhelo más profundo, siendo él nuestro descanso”.

El pontífice precisó que, al concluir el camino de los Diez Mandamientos, podemos utilizar como tema clave el de “los deseos”, que nos permite recorrer el camino realizado y resumir las etapas realizadas leyendo el texto del decálogo, siempre a la luz de la plena revelación en Cristo. “Hemos partimos de la gratitud como base de la relación de confianza y obediencia: Dios – hemos visto, afirma el Pontífice – no pide nada antes de haber dado mucho más. Nos invita a la obediencia para redimirnos del engaño de las idolatrías que tienen tanto poder sobre nosotros. En efecto, buscar nuestra propia realización en los ídolos de este mundo nos vacía y nos esclaviza, mientras que lo que nos da estatura y sustancia es nuestra relación con Aquel que, en Cristo, nos hace hijos a partir de su paternidad”.

Nuestra realización, señaló el Papa, implica un proceso de bendición y liberación, que son el auténtico descanso. “Esta vida liberada se convierte en acogida en nuestra historia personal y nos reconcilia con lo que hemos vivido desde la infancia hasta el presente, haciéndonos adultos y capaces de dar la debida importancia a las realidades y a las personas de nuestras vidas. Por este camino, añadió, entramos en relación con el prójimo que, a partir del amor que Dios manifiesta en Jesucristo, es una llamada a la belleza de la fidelidad, la generosidad y la autenticidad”.

Seguidamente Francisco señaló que “al liberarnos de la esclavitud de los deseos mundanos, podemos así recomponer nuestra relación con las personas y las cosas siendo fieles, generosos y auténticos. Es un nuevo corazón, inhabitado por el Espíritu Santo, dijo el Papa en nuestra lengua, que se nos da a través de su gracia, el don de unos deseos nuevos que nos impulsa a una vida auténtica, adulta, sincera”.

Pero para vivir así, indicó el pontífice, necesitamos un corazón nuevo. ¿Cómo se realiza este trasplante de corazón, del corazón viejo al corazón nuevo? Por el don de los deseos nuevos, que se siembran en nosotros por la gracia de Dios, sobre todo por los Diez Mandamientos llevados a cumplimiento por Jesús, como Él enseña en el “Sermón de la Montaña”. “De hecho, en la contemplación de la vida descrita por el Decálogo, precisó Francisco, es decir, una vida agradecida, libre, auténtica, bendecida, adulta, vigilante y amante de la vida, fiel, generosa y sincera, nosotros, casi sin darnos cuenta, nos encontramos ante Cristo. El decálogo es su radiografía, la describe como un negativo fotográfico que deja aparecer su rostro, como en la Sábana Santa. Y así el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él, los deseos que son su don, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu, desear con la música del Espíritu”.

“Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, según sus deseos, suscita en nosotros la esperanza, la fe y el amor”

Así descubrimos mejor lo que significa que el Señor Jesús no vino a abolir la ley, sino a dar cumplimiento, afirmó el papa Francisco, y mientras que la ley según la carne era una serie de prescripciones y prohibiciones, según el Espíritu esta misma ley se convierte en vida, porque ya no es una norma, sino que la misma carne de Cristo, que nos ama, nos busca, nos perdona, nos conforta y en su Cuerpo recompone la comunión con el Padre, perdido por la desobediencia del pecado. “En Cristo, y sólo en Él, el decálogo deja de ser condenación y se convierte en la auténtica verdad de la vida humana, es decir, el deseo de amor, de alegría, de paz, de magnanimidad, de benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio”.

La vida nueva es dejarse guiar por el Espíritu
“Para esto sirve buscar a Cristo en el decálogo: “Para hacer fructificar nuestros corazones para que estén llenos de amor y abiertos a la obra de Dios. Cuando el hombre sigue el deseo de vivir según Cristo, entonces está abriendo la puerta de la salvación, que sólo puede venir, porque Dios Padre es generoso y, como dice el Catecismo, “tiene sed de que nosotros tengamos sed de Él”. “Si son los malos deseos los que arruinan al hombre, dijo Francisco y añadió “entonces, el Espíritu pone sus santos deseos en nuestros corazones, que son la semilla de una nueva vida. La vida nueva no es el esfuerzo titánico por ser coherente con una norma, sino la vida nueva es el mismo Espíritu de Dios que comienza a guiarnos hacia sus frutos, en una feliz sinergia entre nuestra alegría de ser amados y su alegría de amarnos. Se encuentran los dos gozos: la alegría de Dios de amarnos y nuestra alegría de ser amados”.

“Esto es lo que el decálogo es para nosotros los cristianos: contemplar a Cristo para abrirnos a recibir su corazón, para recibir sus deseos, para recibir su Espíritu Santo”, concluyó el Santo Padre.

“Es argentino e indisciplinado”
Durante la audiencia del Papa en el Aula Pablo VI, mientras el pontífice saludaba en varios idiomas a los peregrinos, de forma inesperada, el Papa se encontró repentinamente frente a un niño que, habiendo escapado del control de los adultos, corrió todas las escaleras de mármol blanco, solo para ponerse frente al Papa y abrazarlo. El Papa le devolvió el abrazo y el saludo, sonriendo gratamente sorprendido: “es argentino, es indisciplinado”, bromeó volviéndose hacia monseñor Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, sentado a su lado, e inmediatamente saludando a los fieles de habla hispana, usó su lengua materna para comentar el incidente. “Este niño no puede hablar: es mudo, pero puede comunicarse, puede expresarse. Y tiene una cosa que me hace pensar: es libre, indisciplinadamente libre. Pero es libre. Y esto me hace pensar: ¿soy también así de libre ante Dios? Cuando Jesús dice que debemos llegar a ser como niños, nos dice que debemos tener la libertad que un niño tiene ante su padre. Sí, creo que este muchacho ha predicado para todos nosotros, y pedimos la gracia de que pueda hablar”. +

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