Nuevo diácono en Río Cuarto: “No pierdo nada, lo estoy ganando todo”

Nuevo diácono en Río Cuarto: “No pierdo nada, lo estoy ganando todo”

El obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto, monseñor Adolfo Uriona FDP, ordenará diácono al joven seminarista Marcos Alonso, de 26 años, que se formó en el seminario Jesús Buen Pastor. La celebración será este viernes a las 20 en la sede del seminario diocesano, boulevard Obispo Leopoldo Buteler 100, Río Cuarto.

El lema que el joven seminarista, que sirve en la parroquia San José, de Vicuña Mackenna, eligió para su ordenación diaconal es “Hagán lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 15). El obispado de Villa de la Concepción del Río Cuarto publicó una entrevista sobre la vocación de Marcos Alonso y su preparación para este paso en su camino al sacerdocio.

– ¿Cómo te estás preparando para este acontecimiento diocesano?
– Estoy muy contento de estar por ordenarme diácono en este camino hacia el sacerdocio. Obviamente que también surgen nervios, pero tengo en el corazón una profunda alegría, paz y confianza en el Buen Pastor. No me alcanza la vida para agradecer el amor que Él me tiene, y no solo eso, el haberme llamado para ser su servidor, para servir a sus ovejas.

– ¿Qué implica en tu vida, este acontecimiento tan significativo desde lo personal y pastoral?
– Hace 9 años que entré en el seminario y llevo ya bastante camino recorrido, aunque sé que este camino de crecimiento siguiendo a Jesús dura toda la vida. He elegido consagrarme a Dios para seguir su voluntad, amándolo a Él y a su Iglesia con toda mi vida; y también para amar a mis hermanos como Él, que ama a todos, especialmente a los que no son amados por los demás, los pobres. No pierdo nada, lo estoy ganando todo. Todos los días veo mis caídas y mis limitaciones, pero lo importante es que, si vivo su voluntad, Jesús se encarga del resto y hace grandes cosas.

Este año estoy sirviendo en la comunidad de San José, de Vicuña Mackenna, donde he ido madurando mi vocación y mi preparación al diaconado, junto al servicio pastoral con la comunidad y el padre Jorge Vaudagna.

En el seguimiento de Jesús no hay que dar lugar a la desilusión, ni al miedo, ni a la preocupación, ni a la pereza. Su amor infinito y su misericordia sin límites sólo pueden inspirarnos una respuesta de amor a su voluntad, cumpliéndola con alegría y tranquilidad.

– ¿Cómo descubriste el llamado de Dios?
– La vocación lleva un discernimiento en el que se necesita la ayuda y el acompañamiento de un sacerdote, de toda la comunidad y de la familia. Esta última es fundamental, yo me he nutrido de muchos valores en mi familia y son muy importantes para mí el testimonio y el cariño ellos.

En realidad, nunca pensé en ser sacerdote antes de los 17 años. Fue recién a principio de 2009, que estaba en 6to año, cuando comencé a preguntarme y a rezar cuál era la voluntad de Dios para mí.

Me crié en mi querido barrio Alberdi, de la parroquia Nuestra Señora de la Merced. Desde chico vivía mi fe como cualquier chico, aunque mi experiencia de la catequesis fue hermosa. Después de eso trataba de participar de la misa dominical pero no formaba parte de algún grupo parroquial. A los 15 años, por invitación del Centro de Estudiantes del Lanteriano, mi colegio, comencé a ayudar en el barrio Oncativo con la copa de leche, jugábamos con los chicos. Al año siguiente también compartíamos encuentros de catequesis en el barrio Oncativo y comencé a ayudar en la catequesis parroquial. Además, había comenzado a participar de algunas actividades parroquiales, era monaguillo, misionábamos, participaba del grupo de jóvenes. Estas actividades se fueron sumando progresivamente y escuchaba en mi corazón que Dios siempre me pedía un pasito más, no porque yo fuera imprescindible ni mejor, sino por amor a Él y a los demás.

Como dije, hasta entonces no me había planteado mi vocación, yo ya tenía organizado qué iba a estudiar y tenía todo un plan para mi vida, pero me faltaba preguntarle a Jesús que era lo que Él me pedía. Y haciendo mi discernimiento me di cuenta que su proyecto de amor era mucho mejor que el mío. Así es que, por invitación de un seminarista, durante el último año del secundario, empecé a participar de las convivencias vocacionales que había en el seminario los primeros domingos de cada mes, y al terminar el secundario, entré en el seminario.

Obviamente que una vocación se madura y discierne en comunidad. Fueron y son muy importantes para mí los testimonios y la ayuda de los sacerdotes de mi parroquia, los seminaristas y toda la comunidad parroquial, laicos y laicas sirviendo juntos.

Es hermoso ver cómo Dios nos ha ido ayudando y acompañando a lo largo de la ida, cómo nos ha cuidado y corregido. Es lindo, igualmente, saber que Él busca lo mejor para nosotros y que podemos ser instrumentos de su amor, su misericordia y su paz. Para este discernimiento no podía obviar la Palabra de Dios y la celebración de la Eucaristía, es Él quien nos alimenta en nuestro peregrinar. Personalmente me ayudó mucho la cita bíblica de la viuda pobre (Lc 21, 1-4) en donde Jesús elogia su gesto porque no dio lo que le sobraba, como los ricos, sino que dio todo lo que tenía para vivir y, aunque puso solo dos moneditas, esto valió más que las ofrendas de los ricos. Hemos sido hechos a imagen de Dios, hemos sido hechos para el amor y, en esto, no tenemos que dar sobras ni migajas, tenemos que dar todo, darnos todos, como Jesús que, por amor a cada uno, dio su vida para salvarnos. Él dio la vida por mí, yo quiero dar la vida por Él y su pueblo.

– ¿Qué vas a pedirle a Dios en el momento de la Ordenación?
– Espero con ansiedad, pero con mucha alegría el día de la ordenación. Lo que más me da vueltas en el corazón es pedirle ese día que me dé la gracia de dar la vida por Él y por su pueblo, como Él lo hizo, quiero que me haga su instrumento de amor, de misericordia, de paz. Sé que soy limitado y pecador, pero por eso mismo pongo mi confianza en Él, para que su Espíritu me guie, acompañe e inspire para vivir su Voluntad.

Ojalá que todos aquellos que Dios llama al sacerdocio o se estén planteando su vocación tengan presente que el sacerdocio es una opción.

Todos tenemos una vocación y esta vocación nos plenifica. Es la llamada que Dios nos hace para optar por un estilo de vida en el que lo glorifiquemos y sirvamos a nuestros hermanos, de esta forma somos felices, porque Él no quiere otra cosa que tengamos Vida y Vida Plena, y esa vida llevarla a los demás.+

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